Roma, al igual que un selecto grupo de ciudades, sufre del efecto característico de lo que yo llamo las “ciudades tópico”, aquellas que si bien son extremadamente conocidas y se sitúan entre las más visitadas del mundo, su identidad queda reducida a una imagen o estereotipo. En el caso de Roma puede venir a la mente una vespa, un gelatto, o monumentos como el Coliseo Romano o la Fontana di Trevi.
Aunque todos sabemos que una ciudad no se puede reducir a un aspecto tan básico, nunca está de más ir más allá de algunos estereotipos y establecer un balance entre lo tradicional y lo no tan conocido. Se trata de una tarea ardua porque ¿Cómo obviar lo más tradicional de Roma cuando todo es absolutamente encantador?
Sin ánimos de caer en más tópicos, pero basándome en mi experiencia y teniendo en cuenta lo fotogénica que es Roma, te aseguro que en persona luce mucho más atractiva. Si de iglesias hablamos, probablemente la más típica sea la Basílica de San Pedro. El templo más representativo y grande del mundo católico es una obra de arte, tanto en su estructura como en las piezas que guarda en su interior.
La obra de los arquitectos Bernini, Sanzio, Bramante y Miguel Ángel es de una belleza indescriptible. Sólo una vista al interior de la cúpula hace que valga la pena sortear las largas colas para entrar, así como poder ver en persona “La Piedad” de Miguel Angel. Como contrapartida, la iglesia de Trinitá dei Monti en lo alto de las escalinatas de la Piazza de Spagna es más modesta, pero a menor concurrencia de personas a veces son mayores las sorpresas, y en mi caso fue un pequeño recital de un coro que daría envidia al más afinado de los ángeles.
Si entramos en temas de monumentos, el Coliseo es a Roma lo que la Torre Eiffel es a París o la Sagrada Familia a Barcelona. En resumen que al Coliseo hay que ir y punto, y si puedes acercarte de noche antes de haber entrado, la sensación de verlo iluminado es sumamente enigmática. Por otro lado, si cuentas con la mala suerte de que el día de tu visita hay una huelga de trabajadores que no te permite verlo por dentro, por fortuna puedes hallar un equilibrio visitando El Panteón de Agripa, un templo dedicado a los dioses que es una obra maestra y que te traslada directamente a épocas del Imperio Romano. Es imposible no quedarse boquiabierto ante tal maravilla.
Muchas de sus calles suelen ser ajetreadas, llenas de vida, tiendas, restaurantes y mucho movimiento, que incluso para alguien que sufre de claustrofobia leve, son un disfrute de recorrer. Parte de su encanto se resume en ese ambiente que es imposible de describir y que sólo lo puedes descifrar buscando un alojamiento en Roma en su parte más céntrica. Es difícil que un paseo por calles como la Vía del Corso Vittorio Emanuele, Via dei Condotti o Via Nazionale no evoquen escenas cinematográficas de Visconti, Fellini o De Sica.
Roma tiene una cualidad cinematográfica y si te interesa el cine italiano, puedes hacer una visita a Cinecittá, los legendarios estudios de cine donde se han filmado numerosos clásicos del cine italiano y americano. El llamado “Hollywood en el Tíber” es el estudio de cine más extenso del continente europeo y es una oportunidad para conocer más de cerca el fascinante mundo del cine.
A orillas del mar Cantábrico, en la provincia de Vizcaya, se hayan dos poblaciones que merecen una visita: Getxo y Santurtzi (Santurce en castellano), ambas pertenecientes al ‘Gran Bilbao’. A pesar de que apenas una calle las separa, sus orígenes son muy diversos. Mientras en Getxo las grandes casas palaciegas dan cuenta de su pasado burgués, Santurtzi siempre se caracterizó por ser el hogar de humildes pescadores, y su puerto llegó a ser el de mayor relevancia de pesca de bajura de toda la zona. Getxo invita a pasear por sus calles y a observar los numerosos palacetes y mansiones que asoman tras frondosos jardines. Hoy, sin embargo, cruzaremos la ría por el puente colgante de Portugalete para descubrir un precioso museo que se encuentra en Santurtzi.
Me satisfacen los pueblos que conservan su pasado; aquellos que muestran orgullosos al visitante sus raíces, por muy humildes que sean. Por eso me encantó la visita al Centro de Interpretación Santurtzi Itsasoa, un bonito museo que ocupa la antigua cofradía de pescadores en el que el visitante puede descubrir la estrecha vinculación –económica y social– que ha mantenido históricamente Santurtzi con el mar. En el recorrido museístico, lleno de fotografías y objetos de la época, se puede aprender cuán diferente era el puerto antes de que Evaristo Churruca ideara en 1881 el gran muelle de hierro de Portugalete, de 820 metros, obra que facilitó la navegación de barcos de mayor calado que querían subir por la ría de Bilbao.
También se abunda en el papel que tuvieron los corsarios de la zona durante varios siglos, pero tal vez lo más sorprendente es descubrir la historia de las mujeres sardineras, unas auténticas heroínas que durante décadas asumieron la pesada tarea de vender pescado fresco (principalmente sardinas) por las poblaciones vecinas. Estas fuertes mujeres esperaban la llegada de los pescadores en el muelle, donde comprobaban la calidad del pescado. A continuación, dentro de la cofradía participaban en la subasta del género. Para ello, se sentaban en unas sillas numeradas y cuando querían pujar por un lote de pescado concreto pulsaban un botón. En una mesa circular situada al fondo de la sala caía una bola con su número que acreditaba la compradora de cada lote. Cuando todo el pescado estaba vendido venía la parte más dura del trabajo: cargarlo y venderlo casa por casa por las poblaciones aledañas. Algunas de estas mujeres llegaban a pie, descalzas, hasta el mismo Bilbao, portando una gran bandeja de mimbre en su cabeza donde descansaba el pescado fresco. Una de las últimas fue Rosario Santín, alias ‘La bella Charo’, sardinera que murió en 2009 y quien inspiró la escultura ‘La Sardinera’, de Laucarini.
Además de la exposición permanente, el Centro de Interpretación Santurtzi Itsasoa, que comparte edificio con la Oficina de Turismo de Santurtzi, organiza cuentacuentos; talleres marinos; simulaciones de subasta; catas e interesantísimas visitas comentadas. Su precio es de tan solo 1€ (libre los miércoles), y para niños, jubilados, estudiantes y empadronados en Santurtzi la entrada es gratuita siempre. Sin duda alguna, la visita a este museo recién restaurado es cien por cien recomendable y parada obligatoria para aquellos que se dejen caer por la zona.
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Viajar a Viena es hacerlo al corazón de la vieja Europa, una ciudad que acumula demasiada cultura e historia como para asimilara en una primera visita. Aunque es un destino aconsejable para cualquier tipo de viajero, la capital de Austria hará las delicias de los amantes de la historia europea. Nosotros tuvimos la suerte de conocerla de la mano de la eficiente oficina de turismo local, y aquí os enumeramos qué no perderos de esta gran ciudad.
Entre los siglos XIII y XIX Viena sólo ocupaba lo que hoy se conoce como el Ringstraße –el anillo–, la parte central que aglutina los principales monumentos y lugares de interés. En 1857 el regente Francisco José dio orden de demoler las viejas murallas para crear un gran bulevar circular y construir majestuosos palacios que emularan las grandes capitales del momento, léase Londres y París. Resulta interesante dedicar un par de horas para recorrer a pie los cerca de cinco kilómetros de esta avenida y observar, sin prisas, la Ópera; el Ayuntamiento; el Museo de Bellas Artes; el Teatro Imperial; y los innumerables palacetes que se suceden. Acompañados gran parte del tiempo por una excelente guía local, a continuación os detallamos qué ver en una primera visita.
El templo más relevante del país se encuentra en el centro neurálgico de la ciudad, en una zona peatonal donde turistas y locales comparten una bulliciosa plaza. Stephansdom se construyó durante el siglo XIV, y se enmarca en el estilo Gótico. De ella destacan sus 230.000 tejas de bohemia que decoran el techo y su única torre, a la que nunca le acompañó una segunda torre por falta de financiamiento y por la crisis que sufrió el catolicismo. Está dedicada a San Esteban, el primer mártir, y en ella se han celebrado importantes bodas, como la de Mozart. Para conseguir unas buenas vistas de la ciudad se pueden subir los 346 escalones que conducen a la torre. Como anécdota, vale la pena revelar que Hitler quiso bombardearla, aunque por suerte el piloto encargado de ello se negó. No obstante, buena parte del edificio se quemó tras la huída de los nazis.
Uno de los edificios más representativos de la ciudad es la preciosa Ópera de Viena, levantado en 1868 y destruido parcialmente, de nuevo, en un erróneo bombardeo alemán. Actualmente es uno de los mejores teatros operísticos del mundo en el que 1.300 operarios trabajan cada día montando espectaculares decorados artísticos. Por apenas cinco euros se puede asistir a casi cualquier obra (tras hacer pacientemente una larga cola), aunque existe otra opción que sale gratis: ver el espectáculo a través de una gigantesca pantalla habilitada en el exterior, a pie de calle. En caso de visitar la ciudad en otoño o invierno conviene abrigarse bien, pero resulta toda una experiencia compartir asiento con extraños mientras se goza de una ópera subtitulada a través del descomunal monitor.
Otra visita imprescindible es el Palacio Hofburgo, residencia de la familia Habsurgo durante más de seis siglos. Este enorme complejo arquitectónico acoge hoy varios museos, una iglesia, la Biblioteca Nacional Austríaca, y el despacho del presidente de Austria. Lo más relevante, sin embargo, son los Apartamentos Imperiales y el Museo de Sisi. Al pasear por las 19 habitaciones de la residencia imperial uno se hace una idea del lujo con el que vivió la familia real y dos de sus máximos exponentes: Francisco José y la emperatriz Elisabeth de Baviera, alias Sisi. Mobiliario, decoración, pinturas…todo permanece en el mismo sitio, como si nos encontráramos en el siglo XVIII o XIX. Por otro lado, el Museo de Sisi hará las delicias de los amantes de esta icónica figura femenina, y en él podrán ver de cerca vestidos y pertenencias de la bella y rebelde mujer que murió asesinada el 10 de septiembre de 1898.
Si durante el invierno el céntrico Palacio Hofburg acogía la familia real, al llegar el verano ésta se desplazaba a otro no menos espectacular complejo: el Palacio de Schönbrunn. Siglos atrás se ubicaba en la periferia, pero hoy Schönbrunn está integrado en la ciudad y se puede llegar fácilmente en metro, tranvía o autobús. La residencia de verano fue construida en el siglo XVII con todo el lujo que correspondía a la Corte, y actualmente se pueden recorrer numerosas estancias decoradas en el estilo rococó, entre las que destacan los salones donde se celebraban los banquetes imperiales. Tan interesante es la visita interior como la exterior, ya que desde los jardines se pueden tomar magníficas fotos del entorno y del regio palacio.
Pero para jardín espectacular, el que une los dos edificios barrocos que conforman el Palacio de Belvedere, otra residencia de verano, en este caso del Príncipe Eugenio de Saboya. Este soberano, amante del arte, hizo construir en el siglo XVIII a las puertas de la ciudad esta residencia, que hoy alberga el arte austríaco más destacado, desde la época medieval hasta la actualidad. Entre las piezas expuestas destaca ‘El beso’, de Gustav Klimt.
Uno de los atractivos más curiosos de la ciudad es la Spanische Hofreitschule, o Escuela Española de Equitación, un centro de élite que se dedica a la educación equina desde hace más de 400 años. En ella jóvenes jinetes reciben una concienzuda preparación que dura más de quince años, en la cual se les enseña la cría y doma de caballos de raza, en concreto de los lipizzanos. Para conocer un poco más sobre esta singular institución se puede asistir a alguno de los espectáculos ecuestres nocturnos que se organizan o conformarse con una visita guiada diurna a los establos.
La siguiente recomendación no es ningún palacio, aunque bien merece aparecer en este listado. Pegado a la Ópera se encuentra el lujoso Hotel Sacher (1876), meca del postre vienés más famoso y lugar de encuentro de jet set local y celebrities internacionales. El origen de este postre data de 1832, cuando un aprendiz de repostería, Franz Sacher, lo diseñó para que el príncipe Klemens Wenzel von Metternich se metiera en el bolsillo a un selecto grupo de invitados. Hoy día se puede degustar una deliciosa Sachertorte en la cafetería de este hotel o comprarla y enviarla vía aérea a cualquier parte del mundo en una caja de madera; a modo de delicioso suvenir. También se puede saborear en la pastelería Demel, establecimiento que litigó durante años con Sacher por la autoría del postre más popular del país. El mejor café de la ciudad, en cambio, lo sirven en el elegante y otrora banco Café Central.
Considerado uno de los más antiguos del mundo, el Wiener Prater está situado en el distrito de Leopoldstadt, y su atracción más famosa es la noria, desde la que se obtienen espectaculares vistas de la ciudad. Asimismo, también hay otras atracciones como montañas rusas, autos de choque o tiovivos, todo ello con una estética retro encantadora. Es un parque ideal para familias y nostálgicos que abre de marzo a octubre, aunque la noria está operativa todo el año.
No se puede conocer una ciudad sin pisar un mercado local. En el caso de Viena la visita imprescindible es al Naschmarkt, el mercado más popular de la ciudad, ubicado a poco más de un kilómetro del anillo dirección sur. Este completo mercado se creó en el siglo XVI, y la variedad de productos que ofrece hace que un paseo entre sus paradas resulte ameno y gratificante. Además, el Naschmarkt es un lugar ideal donde reponer fuerzas y probar la gastronomía local.
Tanto trajín precisa de un cómodo lugar donde descansar. Viena no es barata, y la mayoría de mortales no podemos permitirnos hospedar en ninguno de los numerosos hoteles de lujo que hay en la ciudad. Por eso recomendamos el más que decente Wombats, un gran hostal, confortable y moderno, que ofrece una muy buena relación calidad/precio. Wombats tiene tres establecimientos en la ciudad, uno de ellos situado justo enfrente del Naschmarkt.
Pocas cosas nos obligan a estar con nosotros mismos más que un viaje en solitario. La experiencia se puede convertir en un viaje introspectivo o más bien en una explosión de socialización con personas de diferentes culturas. Depende por supuesto del lugar…y de nuestro estado de ánimo.
Tokio es más bien sinónimo de introspección para cualquier occidental que se proponga visitarla, y aún más si tiene el atrevimiento de hacerlo solo.
Paradójicamente el conglomerado urbano más habitado del planeta es un lugar en el que cada persona tiene la oportunidad de intimar con la atmósfera cosmopolita más espectacular que han visto mis ojos. La diferencia entre estar en una esquina de Times Square en Nueva York, Piccadilly Circus en Londres y el famoso cruce de Shibuya en Tokio es que en este último se tiene el salvoconducto para detenerse relajadamente en medio de la muchedumbre y contemplar un festival cinético de neón y una «fauna» humana delicia para cualquier sociólogo o antropólogo. Ese derecho nos los otorgan los tokiotas gracias a su carácter reservado que respeta el espacio vital de cada quien.
Un viaje por el metro de Tokio resumen magistralmente lo que caracteriza la capital japonesa. Un derroche de pulcritud, adicción a un desarrollo tecnológico indetenible y el respeto por los demás; de individuos que miran al móvil para desatar su adicción al Candy Crush y otros juegos online o simplemente para socializar por el chat de Line. Todo en un vagón donde está prohibido hablar por el móvil y se le debe de bajar el tono para no romper el silencio y despertar a los tokiotas que decidieron echar una cabezada antes que meterse en su universo 4G.
En mi viaje a Tokio descubrí las tres formas más efectivas para «intimar» con ella. Al ser un lugar con tantos impulsos sensoriales hace falta tener una visión más amplia o panorámica de la ciudad.
El primero fue sentarme en un bar o café en el barrio de Ginza. Allí simplemente la idea fue contemplar a la gente pasar. Podría sonar aburrido, pero puedo asegurar que para mí fue una de las experiencias que me hicieron apreciar de forma más sencilla a Tokio y su gente. Hubo momentos cumbre como ver a dos mujeres trajeadas de geishas que cruzaban la avenida. Para todos a su alrededor entraba en sus parámetros de normalidad. Para mí era simplemente «flipar en colores».
A pesar de ser una selva de hormigón de grotescas dimensiones, Tokio siempre nos guarda un oasis de naturaleza. Un ejemplo de ello son los jardines del Palacio Imperial o los jardines de Hamarikyu en la desembocadura del río Sumida. Hay muchos más, pero ambos casos representan una forma de no olvidar la naturaleza ni mucho menos que los japoneses se olvidan de ella, todo lo contrario.
Más allá de los colores reflejados en cada uno de sus árboles o lagos, una de las cosas que más sorprendió de estos espacios naturales ha sido el silencio que a lo lejos tenía como fondo musical el ruido de la ciudad, como si se tratara de los latidos de su corazón.
Pero hace falta subir a las alturas para sentir que realmente conquistamos Tokio. Por suerte, la ciudad está llena de miradores desde donde tendremos la oportunidad de hacerlos una idea más compacta de la misma. La Torre de Tokio, la impresionante Tokyo Skytree – la más alta de Japón con 634 metros de altura – o el mirador de la torre de Roppongi Hills son alguno de los mejores lugares para apreciar lo infinito de la ciudad desde las alturas.
Mi experiencia en el mirador Roppongi Hills es quizás uno de los más inolvidables que haya tenido en mucho de mis viajes. El highlight de mi visita a Tokio fue tener la oportunidad de ver cómo tras un atardecer con algunas nubes algo caprichosas se abrieron paso para mostrar el Monte Fuji. Como un Rey sentado en su trono descendía de sus casi 4 mil metros para saludar a su reino. Fue definitivamente el momento en el que sentí que se consumaba mi encuentro íntimo con Tokio.
Cada ciudad tiene un encanto particular durante alguna estación en especial. Algunas florecen en primavera mientras otras brillan en verano, pero muy pocas son amadas por igual sin importar la época del año. Sí, me refiero a París. Ya lo decía Cole Porter en su famosa composición “I love Paris”, y es que ¿quién no ama París? Si estás dudando de hacer un viaje a París en invierno, quizás estos planes que te sugerimos te hagan cambiar de opinión.
Las rebajas en Francia están pautadas por ley únicamente en enero y julio. No importa si vas en busca de algún artículo determinado o por simple curiosidad, perderse por las calles de París en las rebajas es la mejor oportunidad de hallar algo especial. Las Galerías Lafayette son los almacenes clásicos de París, pero patear las calles es la mejor forma de vivir las rebajas. El barrio de St. Germain suele ofrecer cosas muy interesantes si buscas libros o piezas de arte. Del 11 de enero al 14 de febrero.
Se trata de una de las estampas más tradicionales y esperadas en París. La pista de patinaje sobre hielo del Hôtel de Ville es uno de los planes más divertidos (y económicos) para disfrutar de París en invierno. El uso de la pista de 1.125 m² es completamente gratuito a excepción del alquiler de los patines (5€) y tiene un área especial para niños. Ubicada al lado de la Isla de la Cité, es el sitio más céntrico para hallar alojamiento en París. Estará abierta desde el 18 de diciembre hasta el 6 de marzo, desde las 9.00h hasta las 22.00h los fines de semana y desde las 12.00h hasta las 22.00 de lunes a viernes.
El sitio más tradicional para recibir el Año Nuevo en París es desde luego, la Torre Eiffel. A sus alrededores se apuestan miles de personas que desafiando el frío, no se quieren perder los espectaculares fuegos artificiales con la torre de fondo. Es recomendable llegar con tiempo porque el metro colapsa debido a la gran afluencia de gente. Por lo demás, sentido común y estar pendiente de tus pertenencias. Si las multitudes no son lo tuyo, existen otras opciones para recibir el año como hacer un crucero de Nochevieja por el Sena, un tour para ver la decoración y luces de Navidad de París o acudir a una cena con espectáculo.
Un show que ya ha cautivado a miles de personas, U2 3D es una experiencia cinematográfica sin precedentes. Filmado durante la gira “Vertigo”, la película lleva al espectador a sentir la energía que únicamente la banda irlandesa sabe transmitir en directo. Aún si no eres fan de la banda, es la oportunidad de conocer La Géode, un globo de acero y cristal situado en el Parc de la Villette, de 36 metros de diámetro y pantalla hemisférica. Tienes hasta el 4 de febrero de 2014 para disfrutar de esta experiencia.
Cuando le comentas a alguien que te vas unos días al País Vasco normalmente te dice un par de cosas: coge un buen abrigo y disfruta de la comida. La fama de clima hostil no es del todo cierta, pero la de buen comer está más que justificada. Hace ya algunas semanas que fuimos invitados por Bizkaia Costa Vasca a la costa vizcaína para conocer in situ una de las zonas más bonitas de la península, y además de aprender sobre tradiciones arraigadas como el juego cesta pelota disfrutamos en extremo de su gastronomía. A pesar de que disto mucho de ser crítico gastronómico, soy de esos que considera la cultura culinaria de un destino como uno de sus principales atractivos. En el caso de Euskadi, la gastronomía es un auténtico reclamo que complementa de manera perfecta otros alicientes como son sus paisajes o tradiciones.
Desde mi punto de vista, la cocina vasca se fundamenta básicamente en dos pilares: una materia prima excepcional y una creatividad única para crear platos nuevos y reinterpretar los tradicionales. Ya sea cenando de pie con amigos y degustando infinidad de originales tapas o sentado en un acogedor restaurante en el que sirven platos elaborados, comer en el País Vasco supera con creces la función biológica para convertirse en un auténtico placer. La ciudad de Getxo es ideal para salir de pintxos con familia o amigos. Cada noche, pero sobre todo las del viernes y sábado, los bares y restaurantes del barrio de Areeta se llenan de grupos de amigos que se cuentan cómo ha ido la semana mientras degustan excelentes pintxos que acompañan con txakolí. En La Despensa, por ejemplo, se pueden probar tostatidas con pimiento del piquillo o bacalao con salsa y huevo poché; en el Galea destaca la merluza rebozada y los boquerones con pimientos del padrón; y en Atrio la tartaleta de higo.
Si nos desplazamos a la vecina Santurtzi encontraremos un restaurante elegante que acaba de cumplir 70 años: Kai-Alde. En este local se viven auténticas gastroexperiencias, y aunque el precio sea medio-alto bien vale la pena pagar cada céntimo de euro. Además de la carta, ofrecen también menús de precio cerrado y menú del día. El local está decorado de manera clásica pero correcta, tiene un reservado ideal para grupos reducidos y un servicio impecable (de lo mejor que he encontrado nunca). Al Kai-Alde uno va para comer auténtica cocina vasca y catar algún vino de su extensa oferta. Al encontrarnos en Santurtzi, localidad eminentemente marinera, el pescado abunda en la carta, y destacan la ensalada de ventresca, los txipirones con almejas y langostinos y el rodaballo a la brasa. Al margen de los productos marineros, en el Kai-Alde también resuelven bien las carnes y los dulces. Y es que cuando se hace bien el trabajo es normal cumplir siete décadas al servicio de los exigentes paladares vascos.
Si nos desplazamos a Bakio, donde se encuentra el célebre San Juan de Gaztelugatxe, podremos comer en el Eneperi, un restaurante archiconocido entre los locales al que se acude sobre todo para celebrar buenas noticias. El Eneperi es muy grande, y dispone de un precioso jardín que da directamente al mar. Ofrece diferentes menús cerrados, aunque lo más aconsejable es tirar de carta y escoger pescado. La profesionalidad del personal y la calidad de los productos encarecen un poco la carta, pero este elevado precio está sobradamente justificado. Para bolsillos más ajustados se puede optar por comer en la cervecera Galerna Garagardotegia, del mismo restaurante y con mesas en el exterior. En este local anexo se pueden pedir pintxos, pollo y cerveza a granel mientras los más pequeños juegan en el jardín.
Y el último restaurante que os recomendaré hoy es uno pequeño pero especial. Y digo especial porque es donde he comido los mejores txipirones de mi vida. Hasta la fecha. Me refiero al restaurante Aroa, un local tradicional ubicado en Lekeitio especializado en pescado y que sólo trabaja con producto del día. Las gambas, la lubina, el rodaballo o el lenguado son sencillamente espectaculares, y los txipirones, posiblemente los mejores del mundo. Al margen de la calidad de su cocina, en el Aroa te hacen sentir como en casa, y al estar ubicado en el centro de la población, antes o después del ágape se puede visitar en un corto paseo la basílica de Nuestra Señora de Asunción y el muelle, en el que decenas de barcas de pescadores fondean milimétricamente alineadas.
Este post solo recoge algunas sugerencias de restauración vascas, y siendo más precisos, de la costa vizcaína. Sin embargo, en Euskadi hay infinidad de restaurantes tan merecedores de una visita como éstos. Así que, si eres de buen comer, no dejes pasar más tiempo y acércate a estas tierras, tu paladar te lo agradecerá.
Cualquier excusa siempre es buena para planear una escapada a Londres. No importa cuántas veces la hayas visitado, esta ciudad siempre te deja con un buen sabor de boca que te obliga a volver, y en especial porque es imposible conocer todos los atractivos que ofrece en un solo viaje. Londres está en continua metamorfosis y en cada visita siempre hay algo nuevo. Un lugar para hallarle el pulso es lo que yo llamo como el «triángulo de oro» de Londres, ese que se halla entre Picadilly Circus, Leicester Square y Charing Cross.
Esta es una zona vital de Londres, y probablemente sea también la más ajetreada. Comenzando con Picadilly Circus, una de las plazas más famosas y donde reina el bullicio. Entre sus famosos carteles publicitarios y su fuente, puede que en un día ordinario no suceda nada especial, pero de pronto puedes encontrar artistas callejeros, una actuación de un coro de personas o un flashmob masivo que te sorprenda saliendo del metro.
Si continuas unos cinco minutos por Coventry St, llegaras a Leicester Square, el epicentro del cine y el teatro en Londres y otro de los puntos más ajetreados, especialmente los fines de semana por la noche. Esta plaza está alimentada por varias calles peatonales, y es un punto de encuentro muy popular. Se dice que el Empire Cinemas ubicado en la plaza tiene la pantalla de cine más grande del mundo, y sea verdad o no, lo cierto es que Leicester Square es el sitio donde se hacen los grandes estrenos en Londres, y si coincides con uno, el sitio indicado para ver alguna estrella de cine.
Bordeando Charing Cross Rd, eventualmente llegarás a la rotonda del mismo nombre y el sitio de otra gran plaza de Londres, Trafalgar Square. Coronando la plaza se halla The National Gallery, uno de los museos más importantes de Londres, al cual podrás entrar todas las veces que quieras. ¿La razón? La entrada es gratuita, como en la mayoría de los museos de la ciudad, lo que representa un gran incentivo a la hora de viajar a Londres y destinar ese dinero en comida o alojamiento.
Esta plaza es otro espacio donde lo inesperado puede surgir, desde cualquier tipo de representación artística, protestas sociales o la transmisión en directo de algún partido. Estos tres sitios son el mejor ejemplo de una ciudad con un espíritu que la hace única y que nunca deja de cambiar.
¿Qué es «Yerba Mate? La «Yerba», es una especie originaria de las cuencas del Alto Paraná, Alto Uruguay y algunos afluentes del Río Paraguay. El «Mate» se refiere a la calabacilla que tradicionalmente sirve de recipiente.
La Ruta de la Yerba Mate en Argentina, más de mil kilómetros atravesando lugares increíbles como las Cataratas del Iguazú, las Ruinas Jesuíticas y los Esteros del Iberá.
Se desarrolla en una región que se caracteriza por su tierra roja intensa y tupida selva subtropical, con el mate como protagonista, símbolo de la amistad y camaradería. Para conocer cada uno de sus secretos, es posible visitar diferentes establecimientos industriales y artesanales que dan origen a esta típica bebida argentina.
Pero la Ruta de la Yerba Mate no se trata sólo del ritual de tomar esta infusión, sino también saborear diversos platos elaborados con esta hierba: helados, tortas y salsas que acompañan a los alimentos típicos de la zona, como pescados y mandioca. También, variantes como mate cocido o tereré (en vez de usar agua caliente, se emplea jugo de limón)
Londres, Nueva York, Rio de Janeiro, Madrid, Sydney y próximamente Barcelona. Todas estas ciudades tienen un espectáculo de Nochevieja que figuran entre los más famosos del mundo, excepto la Ciudad Condal, que aún no ha logrado cuajar una celebración que esté a la altura de la marca Barcelona. Aunque esta afirmación puede que tenga los días contados, 2013 verá un espectáculo que será digno de recordar.
Muy recordada es la función que ofreció Barcelona en la Nochevieja de 1999 para recibir el nuevo milenio, con un llamativo y original espectáculo que corrió a cargo de La Fura dels Baus. Este año no sólo se pretende repetir el éxito de esa función, sino convertirla en una cita anual, y conseguir que Barcelona pase a entrar a ese codiciado y selecto grupo de ciudades que marca la pauta televisiva mundial con la llegada de cada año. Segundos de oro que conllevaría la consolidación definitiva de la ciudad como un imán turístico de gran calibre.
Cada segundo ha sido planeado y no hay espacio para la improvisación. Barcelona ha estado diseñando este espectáculo desde hace un año con la intención de sobresalir y mostrar al mundo una ceremonia original, acorde a una estética diferente e inspirada en la cultura local. Para tal fin, La Fura dels Baus pretende desempolvar la escultura de hierro de 15 metros de altura del “Home del Mil·leni” que ya usó para la Nochevieja de 1999 y que congregó a más de 20.000 personas en la Plaza Cataluña.
Este año el escenario sería la Avenida María Cristina, en Plaza España, con las cuatro columnas de Puig i Cadafalch y la Fuente Mágica de Montjuïc como telón de fondo, lugar de sobrada experiencia en este tipo de eventos después de acoger la celebración del Piromusical de la Mercé. La función promete no extenderse por más de 45 minutos, y uno de los puntos fuertes estará a cargo de los Castellers de Sants que jugarán un papel fundamental en el espectáculo. ¿El toque original? No habrá reloj, por tal razón las campanadas serán creadas con la magia de la pirotecnia.
El acceso al recinto se permitirá a partir de las 21.00 horas ya que se espera una gran participación ciudadana. Si viajas para asistir este espectáculo que promete cambiar la Nochevieja en Barcelona,no está de más buscar un hotel en el centro turístico de Barcelona, que esté bien situado y que te permita la opción de volver a pie. ¡Feliç Any Nou Barcelona!
En la provincia de Valladolid (Castilla y León), y a escasos kilómetros de la autovía A-6, se encuentra un pueblo muy curioso: Urueña. Esta población medieval en la que actualmente viven unas doscientas personas tiene una particularidad que lo hace único en España: existen 11 librerías.
¿Y qué hace una pequeña población rural con tantas tiendas de libros? La explicación la encontramos en una propuesta política del 2007, cuando la Diputación provincial decidió fundar la primera Villa del Libro de España, una iniciativa que ya se había planteado con éxito anteriormente en otras poblaciones europeas como Montolieu (Francia), Wigtown Inglaterra), Redu (Bégica), St. Pierre de Clages (Suiza) o Wünsdorf (Alemania).
Este proyecto busca dinamizar económicamente un pueblo a través del turismo cultural, pero no solo con la existencia de estas tiendas –la mayoría de ellas especializadas en libros raros o descatalogados–, sino también darle vida periódicamente con la organización de eventos culturales que tengan al libro como protagonista. Resulta un auténtico placer pasear por sus callejuelas, sin prisas, y entrar y salir de estas encantadoras librerías mientras buscamos y rebuscamos ejemplares únicos.
Los libreros, siempre de trato afable y cercano, nos pueden ayudar a encontrar un ejemplar único para llevarnos a casa o para regalar a alguien. Mejor un souvenir en forma de libro que imán para la nevera, ¿no? Sin embargo, no todas las librerías están abiertas durante todo el año, ya que a menudo cierran para estar presentes en diferentes ferias del libro. Al margen de las tiendas, en el pueblo se encuentra el centro e-LEA Miguel Delibes, un espacio de 1.296 m2 dedicado a la lectura y la escritura que permite acoger exposiciones, talleres, congresos etc.
Si dejamos de lado las librerías, Urueña también merece una visita. La villa, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1975, está enclavada en los Montes de Torozos un paraje cien por cien castizo. La rodean unas murallas del siglo XIII muy bien conservadas (a las que se pueden acceder por unas escaleras), y posee también un castillo del siglo XI en el que vivió la reina Doña Urraca que nos transporta directamente al Medioevo. La relevancia que ostentó el pueblo también legó un buen número de casas nobles y casas palaciegas. Si nos acercamos a Urueña una tarde podremos presenciar un atardecer de postal desde la muralla que da al oeste, ya que la elevada ubicación del pueblo permite alcanzar con la vista una llanura castellana espectacular que cambia de color según la época del año. Además, existe la posibilidad de quedarse a dormir en alguna de las casas rurales que hay en activo.
Aunque en sus bucólicas calles se respira tranquilidad, Urueña está muy bien conectada con grandes ciudades: a menos de una hora en coche de Valladolid y a un par de Madrid; en ambos casos por la A-6. También podemos llegar en tren (estaciones de Medina del Campo y Valladolid) y en avión (el aeropuerto de Valladolid, el de Villanubla, está a apenas 41 km de Urueña). Y desde Valladolid capital podemos tomar un autobús de línea regular que nos dejará en el mismo pueblo.
Para los que han visitado alguna vez Lisboa, lo más seguro es que en ese viaje se haya incluido un paseo por Sintra y uno de los iconos más importantes de la zona: el Palacio da Pena. Sin embargo, el pueblo de Sintra es sólo el principio de una imponente sierra que por su salvaje belleza y riqueza medioambiental merece la pena conocer. Se trata del corazón del Parque Natural Sintra-Cascais.
En nuestro último viaje a la Costa Estoril (Portugal) tuvimos la oportunidad de explorar la Sierra de Sintra utilizando como medio de transporte un 4×4 rústico, lo cual nos permitió llegar a lo más profundo de la sierra con una buena inyección de adrenalina también.
El Monte da Lua (La montaña de la luna). De esta forma los antiguos portugueses llamaban a la sierra de Sintra, pues en estos espacios se celebraban cultos misteriosos que por su magnetismo natural se tenía la creencia de que su poder era tan potente como la de los astros.
Más allá de cualquier misterio lo cierto es que adentrarse en la densa vegetación que posee este parque natural da la sensación de entrar en otra dimensión. En mágicos escenarios naturales que en algunos casos evoca el Bosque de Lothlórien que habitaba la elfa Galadriel en El señor de los anillos.
La Sierra de Sintra está constituido por una ecosistema de una belleza y riqueza biológica en el que árboles gigantes y una infinita variedad de especies animales y vegetales. Su microclima local y exotismo que contrasta con el resto de la zona lo hacen ser un espacio de visita obligada para quienes quieren conocer a Sintra: la Laguna Azul, los jardines de Monserrate y los senderos que conducen a las vistas panorámicas del Cruz Alta y Peninha són sólo alguno de los rincones por descubrir del lado más salvaje de Sintra.
Las ciudades son como organismos vivos que lentamente crecen o disminuyen, prosperan o se estancan, creando una metamorfosis maravillosa que para bien o para mal, suele tardar muchísimo tiempo para que el ojo humano las aprecie. En ocasiones se tiene la fortuna de ser testigo de alguno de estos cambios y en este caso me refiero al antiguo mercado del Borne, un edificio que ha sido un quebradero de cabeza para Barcelona.
Construido según el proyecto de Josep Fontserè i Mestre en 1876, el mercado del Borne proponía una nueva estética vanguardista para Barcelona,un espacio cubierto de hierro y cristal con un criterio completamente nuevo en funcionalidad, orden e higiene. La aplicación de tales materiales sólo fue posible debido a la fuerte industria siderúrgica catalana, ayudando a impulsar uno de los estilos arquitectónicos que más identifica a Barcelona: el modernista. Como espacio de reunión y encuentro, el mercado era en cierta forma, una plaza y este mismo concepto fue aplicado en los nuevos mercados que siguieron su mismo patrón estético y funcional, como por ejemplo los mercados de Sant Antoni, Barceloneta, la Concepciò y Hostafrancs.
El mercado del Borne cumplió su función a lo largo de casi un siglo, pero con la llegada de Mercabarna en 1971, los servicios de mayoristas fueron trasladados a las nuevas instalaciones y el Borne perdió su razón de ser. Durante las siguientes décadas intentaría encontrar su nueva identidad.
Inicialmente se salvó de la demolición gracias a la activa participación vecinal que lo reclamaba para algún uso funcional del barrio y después de una intensa restauración en 1979 se convirtió tímidamente en un espacio que podía acoger exposiciones y eventos de diversa índole. Después de algunas disputas que lo proponían como sede de la Facultad de Audiovisuales de la Pompeu Fabra, finalmente se aprueba su conversión a Biblioteca Provincial. La paradoja surge cuando en plenos trabajos de remodelación sale a la luz un valioso yacimiento arqueológico de la época medieval, sacando a la luz restos de la estructura urbana del barrio de la Ribera que la Guerra de Secesión Española destruyó en 1714.
Esto supuso un parón del proyecto y la nueva disyuntiva sobre qué uso darle al antiguo mercado. En 2002 finalmente se decide en impulsar la creación de un centro que aglutinara espacios comerciales, culturales y museísticos y que al mismo tiempo conviviera con el yacimiento, de esta forma nace el Born Centre Cultural.
Este nuevo centro se ha convertido en un eje primordial de hechos pasados y presentes de Barcelona, creando un espacio de reflexión pero a la vez acogiendo un nutrido programa de actividades culturales. Visitarlo es abrir una ventana al pasado de esta ciudad y a la vez conocer un núcleo fundamental en el Born, un barrio lleno de vida e historia, céntrico e ideal para encontrar alojamiento en Barcelona, sin contar que su edificio es una obra de arte en sí.
Se puede visitar libremente de martes a domingo, de 10.00 a 20.00 horas, aunque se debe pagar un importe de 6€ (4.20€ entrada reducida) para entrar a las salas de exposiciones y al yacimiento.