El pasado mes de junio os avanzábamos que habíamos tenido el privilegio de visitar la región francesa de Nord-Pas de Calais, la zona más septentrional del país galo. A pesar de no ser la más visitada de Francia, nos encantó, ya que atesora paisajes preciosos, rica gastronomía, cultura y mucha historia.
Hoy profundizaremos un poco más sobre el periplo que hicimos por esta región y os explicaremos qué ver y hacer en las marismas de Clairmarais y en la costa de Ópalo. Antes de entrar de lleno en las marismas, es muy recomendable visitar un pequeño pueblo de poco más de dos mil habitantes que casi hace frontera con Bélgica: Cassel. Escenario de numerosas batallas a lo largo de su dilatada historia, este apacible pueblo con influencia flamenca, calles adoquinadas y cuidadas casas, es un buen lugar en el que pasear sin prisa y degustar en una terraza alguna de las decenas de cervezas artesanas que elaboran. En la misma población se halla la principal colina de la zona: el monte Cassel, un ‘pico’ de 176 metros coronado por un gran molino. El espacio, completamente ajardinado, tiene vistas de 360º, y en el mirador aparecen inscritos los nombres de los pueblos que se ven en la lejanía (muchos de ellos pertenecientes a Bélgica, situada a menos de 20 kilómetros).
Tras visitar Cassel ponemos rumbo a las marismas de Clairmarais, un espacio natural rico en flora y fauna (Patrimonio de la Biosfera por la Unesco desde 2013) por el que podremos navegar en barca. Estas marismas están conformadas por 3.730 hectáreas y centenares de canales por los cuales se puede salir a navegar en pequeños botes eléctricos y observar los numerosos pájaros que los habitan (más de 220 especies). También es entretenido ver cómo viven los vecinos de los quince pueblos de la zona, rodeados de agua y con lanchas en sus puertas en lugar de coches. Asimismo, es en un lugar único para hacer fotos de amaneceres o atardeceres. Estando en Clairmarais, no podemos dejar pasar la oportunidad de visitar La Baguernette, un restaurante típico de la región regentado por un carismático chef amante del buen comer. Aquí podremos degustar gastronomía local, como la tarta de maroille (queso típico de la zona), el waterzoi, el ragoût, etc. Delante mismo del restaurante hay un embarcadero donde se alquilan barcas eléctricas de todos los tamaños y que permiten recorrer los canales. Para aquellos que quieran pernoctar en la zona hay una muy buena opción de alojamiento: Le Domaine de la Héronnière, un conjunto de bungalows totalmente equipados que cuentan con muelle particular y ofrecen alquiler de bici.
Para movernos por la zona existe una opción original y diferente: Les Belles Échappées. Esta empresa se dedica a alquilar furgonetas antiguas Volkswagen y Citroën 2 CV, todos ellos restaurados y en perfecto estado. También tenemos la posibilidad de recorrer los pueblos en bicicleta normal o eléctrica. Sea cual sea nuestra decisión, lo que está claro es que Les Belles Échappées nos propone conocer el territorio de manera pausada y sin prisas, haciendo gala de un turismo slow que pega mucho con el territorio.
Si cogemos el coche y nos dirigimos hacia el oeste, en menos de una hora llegamos a la costa de Ópalo, la parte de Francia que está más cerca de Inglaterra. Desde aquí (Calais) se toma el Eurostar dirección a Londres, aunque si nos decantamos por el ferry tardaremos una hora y media en llegar a costas inglesas. En este paisaje, repleto de amapolas durante el mes de julio, destacan dos cabos: el cabo Blanco y el cabo Gris, dos puntas de tierra que entran al mar y desde las cuales podemos divisar kilómetros de costa solitaria. El espectacular paisaje verde llega hasta los mismos acantilados, aunque la curvatura de los pocos árboles que quedan dan buena cuenta del viento que sopla en las inmediaciones del canal de la Mancha (más de 90km/h durante 120 días al año). Esta costa está repleta de preciosos pueblos de pescadores, como Wissant, donde todavía se practica el estilo de pesca artesanal flobert.
Los amantes de la historia están de enhorabuena, pues entre Boulogne-sur-Mer y Calais (50 kilómetros aproximadamente) hay más de 500 búnkeres –totalmente abandonados– construidos por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Paradójicamente, aquí no se libraron batallas de la Segunda Guerra Mundial, pero sí de la Primera, y en el museo de Audresselles podremos ampliar más información acerca del papel que tuvo la región en estas dos contiendas. Desde cualquier de los miradores que dan al canal de la Mancha se ve la infinidad de cargueros que circulan en fila india por esta vía marítima, y los días soleados se vislumbran los blancos acantilados de Dover, pues ambas costas llegan a estar separadas por sólo 35 kilómetros. Siguiendo hacia el sur, Wimeraux es otro pintoresco pueblo que merece un paseo, sobre todo por sus coloridas casas. A esta localidad venían antiguamente los enfermos de todo el país con la finalidad de descansar y tomar baños de mar. Hoy, en sus playas vemos aficionados al carro de vela.
Y llegamos a Boulogne-sur-Mer, el puerto pesquero más importante de Francia. Esta población le sonará a todo buen argentino, pues aquí fue donde murió, camino de Londres, el General San Martín; una estatua dedicada al libertador así lo atestigua. En Boulogne-sur-Mer se puede visitar el acuario más grande del país y dar un largo paseo por su casco antiguo, protegido por una muralla de tres kilómetros que fue levantada en el siglo XIII.
Marismas navegables, kilométricas playas solitarias, encantadores pueblos de pescadores, búnkers de la Segunda Guerra Mundial…son muchos los reclamos que aguardan en la parte oeste de Nord-Pas de Calais. Os avanzamos que en futuras entregas hablaremos de otros reclamos tan diferentes como museos de arte y minas de carbón.
Textos y fotos: Daniel Gutiérrez Abella.
Teniendo en cuenta que Varsovia se encuentra a menos de dos horas y media de vuelo de la mayoría de las capitales europeas, (con la excepción de Madrid y Lisboa), se podría considerar seriamente como el corazón de Europa, continente que en tiempos recientes ha ampliado sus fronteras hacia el este. Polonia entró a la Unión Europea en 2004 y es uno de los países que más crecimiento ha experimentado en la región en los últimos años.
El turismo es otra de las actividades que también se ha visto beneficiada gracias a este crecimiento y a la generosa oferta de atractivos que tiene su capital Varsovia, ciudad que se encuentra en un proceso de cambio constante.
Varsovia podría ser descrita por un occidental como una ciudad con un aire a Moscú, mientras que un ruso seguramente la vería más parecida a París. Tras haber conocido ambas ciudades previamente, puedo confirmarlo pero al mismo tiempo admitir que es una ciudad con personalidad propia. En la primera parte de esta entrega exploraremos sus atractivos principales.
Uno de los ciudadanos más ilustres de Varsovia es sin duda Fryderyk Chopin, (sin ir más lejos el Aeropuerto de la ciudad lleva su nombre) y como tal, existen varios monumentos en honor al hombre y su arte. La imponente estatua de Chopin del Parque de Lazienki, es la más famosa del compositor en todo el mundo. Este parque, que rodea el conjunto palaciego del mismo nombre y es uno de los múltiples espacios verdes de la capital, hace un homenaje a uno de los polacos más universales, cuyo legado también está presente en el Museo Fryderyc Chopin, el museo biográfico más moderno de Europa y la colección más notable relacionada con Chopin.
Es un poco irónico llamar Ciudad Vieja (Stare Miasto) a un sitio que apenas supera el medio siglo de antigüedad, pero lo cierto es que el Casco Antiguo de Varsovia fue destruido en un 90% durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruido con exactitud poco tiempo después. El resultado es impresionante y si no me hubiesen comentado este detalle, jamás lo hubiese adivinado. Tal hazaña fue reconocida por la UNESCO, que en 1980 lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Es uno de los sitios más agradables y pintorescos de Varsovia, donde lo recomendable es perderse por sus calles y disfrutar del ambiente, restaurantes, música y conciertos que hay durante el verano.
Desde hace siglos es el símbolo de Varsovia aunque no siempre fue así. Tras las Particiones de Polonia, cuando Rusia, Austria y Prusia se repartieron el país y Polonia desapareció del mapa, el escudo de Varsovia fue prohibido y la reacción de sus habitantes fue colocar la imagen de la sirena en todos los espacios públicos posibles. Según cuenta la leyenda, la sirena vino del Báltico a través del río Vístula y le gustó tanto Varsovia que decidió quedarse a defender la ciudad con una espada y un escudo. Hoy en día es posible ver la Estatua de la Sirena en la Plaza del Mercado y en fachadas, balcones, farolas, vitrales y relieves por toda Varsovia. Aunque el Casco Antiguo se haya reconstruido, la Plaza fue fundada a finales del siglo XIII.
Una de las puertas de entrada a la Ciudad Vieja, la Barbacana era parte del eje defensivo de Varsovia que junto a las murallas, se construyó hacia el año 1548. Completamente reconstruido después de la guerra, se ha convertido en una atracción turística. Allí se encuentra el Monumento al Pequeño Insurrecto, un soldado adolescente que lleva un casco demasiado grande para su cabeza, en honor a los jóvenes luchadores durante el Levantamiento de Varsovia.
Una de las edificaciones que hace de antesala a la Ciudad Vieja es el Castillo Real, antigua residencia oficial del rey y el lugar donde se proclamó la Constitución un 3 de mayo de 1791, la primera de Europa y segunda del mundo. También reconstruido después de la guerra, guarda innumerables tesoros, entre las que destacan obras originales de Rembrandt.
Muchas sitios de interés quedan pendientes por visitar en Varsovia, sitios que exploraremos en futuras entradas. De momento, os sugerimos echarle un vistazo a la web de WizzAir, la aerolínea low-cost más grande de Europa Central y Oriental, con vuelos a Varsovia cada martes, jueves y sábados desde Barcelona, y a la Oficina Nacional de Turismo de Polonia, donde encontraréis mucha más información relevante.
Texto y fotos por: Ricardo Ramírez Gisbert
Cuesta muy poco que te cuelguen un sambenito, y una eternidad en deshacerte de él. Y si hablamos de destinos turísticos, una vez te encasillan en una categoría es difícil salir de ella. Sin embargo, hace ya algún tiempo que las autoridades de Lloret de Mar se han dado cuenta de que el turismo de sangría, paella (precocinada, claro está) y fiesta –95 discotecas– no es la panacea, y con buen criterio se han apresurado a mostrar los encantos que tiene esta población con pasado marino, –aunque hoy sólo queden dos pescadores–. Para ello, la novena ciudad con más camas de España –¡¡31.000!!– ha puesto en marcha una muy original campaña con la que intenta derribar mitos. Nosotros tuvimos la suerte de recorrer con una fantástica guía de Turismo de Lloret cuatro tesoros culturales situados en esta población y que la mayoría de viajeros desconoce. Éstas son las joyas que esconde Lloret y que lo hacen merecedor de una visita.
1. Cementerio modernista
A pesar de que el municipio ya contaba con dos cementerios, en 1901 se construyó uno nuevo en las afueras para que aquellos que volvían a casa después de hacer las américas (muchos retornaron al independizarse Cuba de España) cargados de capital, los indianos, tuvieran un lugar de reposo eterno e distinguido. Se dice que los indianos o americanos, de regreso a su madre patria hacían tres cosas: se casaban, se compraban una gran finca, y construían un ostentoso panteón para la familia. Sus ganas de distinción nos ha llegado en forma de un riquísimo cementerio modernista repleto de esculturas de toda índole.
El cementerio está dividido en tres partes: en la superior se hallan los grandes panteones, donde descansan los más ricos; en la parte del medio se encuentra la clase media, aquí todavía podemos encontrar alguna escultura o lápida interesante; y en la parte baja, como no podría ser de otra manera, están apilados los nichos más modestos. Predominan esculturas de la muerte o de ángeles durmientes, y podemos descubrir joyas de autores como Josep Puig i Cadafalch, Bonaventura Conill –discípulo de Antoni Gaudí–, o Montobbio.
2. Sant Pere del Bosc
En febrero de 2013 ya tuvimos la suerte de visitar y hospedarnos en este singular hotel ubicado en un antiguo convento benedictino. Construido en el siglo X en medio del bosque, este convento fue subastado en 1836 en el marco de la desamortización que impulsó Mendizábal. Un pudiente indiano, Nicolau Font, no desaprovechó la ocasión de hacerse con él, y después de algunas reformas se trasladó a vivir. La construcción es de planta gótica, aunque su interior es barroco, y el exterior fue reformado por el mismísimo Josep Puig i Cadafalch. Entre 1922 y 1950 el inmueble acogió una residencia de ancianos, y después de estar abandonado durante medio siglo abrió de nuevo las puertas en 2011 como hotel de lujo –5 estrellas, 19 habitaciones personalizadas–. Al edificio principal le acompaña una capilla anexa en la que todavía se ofician bodas, y una ermita de 1750. Además del hotel, en el recinto hay un restaurante indiano gestionado por Nico Cabanyes, descendiente de Nicolau Font.
Aunque Sant Pere del Bosc sea en la actualidad un hotel privado, lo propietarios dejan que cualquier visitante pasee por las instalaciones y contemple tanto el edificio como las magníficas vistas del mar que se tienen desde la plaza principal y la piscina exterior de agua salada. Llegar hasta Sant Pere es una pequeña aventura; se encuentra a apenas 5 kilómetros del pueblo pero la carretera no está asfaltada, la cual cosa propicia que nunca haya aglomeraciones en las inmediaciones, salvo algún ciclista en BTT que rueda por los caminos boscosos aledaños.
3. Jardines de Santa Clotilde
La tercera visita imprescindible en Lloret es uno de los jardines más espectaculares y mejor cuidados del país y el monumento más visitado del municipio. Se ubica en unas antiguas viñas que dan al mar y que fueron gravemente afectadas por la filoxera. Cuando los payeses no pudieron seguir trabajando esta tierra se la vendieron al Marqués de Roviralta, quien compró 27.000 metros cuadrados y mandó al polifacético Nicolau Rubió i Tudurí –discípulo de Forestier– que diseñara un jardín en honor a su primera esposa, Clotilde Rocamora, que había fallecido muy joven.
El estilo del jardín es renacentista italiano y novecentista, y está estructurado a modo de terrazas. Al estar en pendiente, desde muchos puntos se vislumbra el mar y los bañistas que gozan de la playa. Este es un jardín romántico, no botánico, pero los amantes de las flores y las plantas encontrarán algunos ejemplares destacables. Y,evidentemente, también hay laurel, la hoja que dio nombre a la ciudad (llorer és laurel en catalán).
En la actualidad los jardines son de titularidad pública (entrada 5 euros, 2,5€ la reducida), aunque los legítimos propietarios son los descendientes de Roviralta, quienes lo han cedido al Ayuntamiento de Lloret por un período de 30 años. De hecho, dentro de los jardines hay construida una casa en la que todavía hoy veranea parte de la familia Roviralta.
4. Museo del Mar
Esta antigua casa indiana de Enric Garriga, constructor que hizo fortuna en Cienfuegos (Cuba), está situada justo enfrente del mar y acoge un pequeño pero interesantísimo museo marino en el que se explica el pasado marinero de Lloret. Y es que el mar era la principal fuente de ingresos de este pueblo antes de la llegada masiva de turistas en la década de los ’70 (cuando se le añadió la palabra Mar al topónimo). En el museo se pueden ver infinidad de maquetas de barcos, y las explicaciones sobre la evolución de la villa se dirigen tanto al público adulto como al infantil.
Acabamos este recorrido con una curiosidad que aprendimos en el marco de la Feria de los Indianos, que se celebra anualmente durante la segunda quincena del mes de junio. El cóctel daiquiri lo inventó un norteamericano, pero quien lo servía a la perfección en la Floridita a Ernest Hemingway, escritor que lo popularizó, era un barman de Lloret: Constantí Ribalaigua.
Francia es un país que me gusta desde pequeño, y lo he visitado (más fugazmente que largas estancias) en numerosas ocasiones. Dado su acervo cultural y gastronómico, no es de extrañar que enamore a todo turista que lo visite, sobre todo a los que provienen de lugares más lejanos como Norteamérica o Asia. Sin embargo, no estaba en mis planes visitar la región más septentrional del país: Nord-Pas de Calais, un territorio que formó parte de los Países Bajos Españoles en el siglo XVI. Hasta que me llegó un mail de la Oficina de Turismo de Francia. Nos lanzaron un reto difícil de asumir: conocer en apenas tres días la tierra de los Ch’ti (¿quién no recuerda la aclamada película ‘Bienvenidos al Norte’?), una región rica en parajes naturales, museos, arquitectura, historia y gastronomía. A continuación explicaré brevemente cuál fue el recorrido realizado, y en futuros post desgranaré lo que más me gustó de este viaje. Antes de entrar en materia, aviso a navegantes: si todavía no habéis escogido vuestro destino de vacaciones tomad esta región en seria consideración, pues os sorprenderá gratamente.
Desde Barcelona volamos en apenas hora y media a París en un vuelo de Air France, compañía que a diferencia de otras no te pone pegas si te pasas con el equipaje de mano. En el mismo aeropuerto tomamos un tren de alta velocidad (TGV) dirección norte hasta Lille, y en 50 minutos nos plantamos en una de las ciudades universitarias más bonitas y dinámicas en las que he estado. Lille la dejamos para el final del viaje, puesto que empezamos el periplo por unas marismas pequeñas pero muy apacibles que desconocía: las marismas de Clairmarais, cerca del municipio de Saint-Omer. Se puede navegar silenciosamente por estos canales en botes propulsados por energía eléctrica y observar el día a día de los vecinos, cuyas casas dan al agua, así como la fauna y flora que habita las marismas. Esta zona es ideal para descansar unos días en familia, ya que los alojamientos están en plena naturaleza y se puede degustar la buenísima gastronomía de la región. Conviene no perderse ni una puesta de sol, pues son para enmarcar.
Nuestra siguiente parada fue la Costa de Ópalo (Côte d’Opale). Tal vez la franja costera más conocida de Francia sea la de Bretaña o Normandía, ambas más al sur, pero esta es igualmente bella. Pequeños pueblos de pescadores se suceden uno tras otro, y a todos ellos los rodea un bonito paisaje verde moteado por más de 500 búnkeres herencia de la Primera Guerra Mundial. Esta costa, que va de Calais a Boulogne-sur-Mer -el principal puerto pesquero del país- es la que se haya más cerca de Inglaterra; ambos territorios llegan a estar a apenas 34 kilómetros. Y los días soleados deparan una agradable sorpresa: se puede ver a lo lejos los claros acantilados de Dover.
Después de tanta tranquilidad nos desplazamos a Lens, una antigua ciudad minera e industrial que tras unos difíciles años de reconversión económica se ha sabido reinventar orientándose al turismo cultural. Su atractivo estrella es el museo del Louvre de Lens, una delegación del centro parisino que abrió sus puertas hace apenas un año y por el que ya ha pasado un millón de visitantes. Su visita es obligada, tanto por la belleza del edificio como por las obras expuestas. Una particularidad de este centro es que su depósito de obras está a la vista, y además organiza visitas y talleres a las que están en restauración.
Lens tal vez sea bastante conocida entre el público español (el fútbol ayuda, no nos engañemos), pero a poca gente le sonará Douai. Y es una pena, ya que esta ciudad de origen romano está repleta de edificios de piedra y campanarios, y es también el hogar de los gigantes Gayant, toda una institución. A menos de 20 kilómetros de Douai se encuentra el Centro Histórico Minero de Lewarde, una antigua mina de carbón reconvertida en museo-centro de interpretación de la minería. Las instalaciones y galerías han quedado intactas, y es muy fácil ponerse en la piel de los sufridos mineros que trabajaron en ella hasta los años ’70. No en vano, fueron los propios mineros los que se encargaron de su reconstrucción y adecuación para que el gran público pueda recorrerla hoy. La visita al centro es imprescindible si se quiere conocer el pasado minero de la zona, un pasado que comparten otras regiones españolas como Asturias o El Bierzo.
El fin del recorrido fue la siempre animada Lille, una ciudad ubicada a tan sólo 12 kilómetros de Bélgica cuyo origen data del siglo X, cuando era una isla rodeada de agua (de ahí su nombre L’ille –la isla–). De su sucio pasado industrial hoy no queda rastro. En cambio, en sus calles se respira juventud, cultura y deporte. En el 2004 fue designada Ciudad Europea de la Cultura, y desde entonces se ha erigido en un epicentro cultural y artístico de referencia en toda la región.
Marismas, costa, arquitectura, historia, arte, gastronomía, música…infinitos reclamos son los que tiene una abarcable región como Nord-Pas de Calais. Tal vez lo más grave sea que quien escribe estas líneas desconocía todos y cada uno de los encantos que atesora la región más norteña del país galo.
Fotografías y textos: Daniel Gutiérrez Abella
La gastronomía forma una parte esencial en la experiencia de un viaje. Al fin y al cabo, son los sabores ajenos los que en muchas ocasiones dejan una huella y crean una conexión con el lugar. El espectro culinario de una ciudad juega cada vez más un papel importante en el mundo de los viajes, por una parte debido a que internet, y en especial los blogs de viajes, han permitido la proliferación de todo tipo de información que antes era conocida únicamente por los nativos y los expertos en algún destino. El boca a boca ha logrado expandirse exponencialmente.
Otra de las razones es la existencia de un grupo muy grande de viajeros, que quieren incluir la experiencia gastronómica como parte integral de sus viajes, pero no quieren caer en las típicas trampas para turistas o en las cadenas internacionales que se encuentran en cualquier lugar del mundo.
Amsterdam es una ciudad cuya cocina no es precisamente su atractivo más conocido, de hecho nadie viaja a Amsterdam exclusivamente por su gastronomía, como puede ser el caso de otros destinos. Sin embargo, gracias a su condición multicultural, existe una fusión de todo tipo de platos, tanto locales como extranjeros, que han creado un nuevo tipo de cocina, la que verdaderamente define a Amsterdam en la actualidad.
Todo eso suena más que interesante, pero ¿cómo descubrirla? ¿Adonde hay que ir para probar estos platos? A menos que descubramos alguno por casualidad, encontrar los sitios para comer verdaderamente buenos y auténticos de una ciudad sigue siendo un misterio. Pero no tiene porqué ser así.
La guía gastronómica de HouseTrip, que además incluye otras ciudades europeas, es un sitio muy completo que combina la visión de expertos locales y recomienda los mejores restaurantes para degustar comida local. Desde exponer la base de los platos holandeses más famosos, a cómo prepararlos y especificar cuáles son los mejores mercados para comprar los ingredientes, esta guía es una especie de asesor culinario que te permite preparar el paladar antes de tu viaje. Descubre Amsterdam a través de sus sabores más auténticos y olvídate de comer mal durante un viaje.
Texto y fotos por: Ricardo Ramírez Gisbert
El pasado 4 de junio fue un día sumamente importante en la historia de Polonia. Tal día en 1989, se celebraron las primeras elecciones democráticas en el país tras décadas de comunismo, dando inicio a una nueva etapa, que si bien no estuvo exenta de problemas, desde luego estuvo llena de optimismo. Para cualquier persona que no haya vivido esa época, el hecho de visitar los países que estuvieron tras el telón de acero se convierte en un ejercicio constante de imaginar un período histórico del que se han escrito ríos de tinta y han rodado infinidad de películas.
Tras haber pasado mis primeras horas en Poznan, una importante ciudad a medio camino entre Berlín y Varsovia, curiosamente pude darme cuenta de la profusión de música y vídeos de artistas pop de la década de los ochenta. Al principio lo atribuí a la pura casualidad, pero al poco tiempo ya era evidente que tras numerosas escuchas de radio, más que un fenómeno del azar, existía una predilección por los ídolos musicales de esta época. No puede ser casualidad que estando en Poznan haya visto más vídeos de Whitney Houston que en toda mi vida hasta ese momento.
Caminando por una calle acompañado de Wojciech, un miembro de la Organización de Turismo de Poznan, no pude evitar ver un cartel que anunciaba el próximo concierto de la banda de heavy metal Iron Maiden, al momento que Wojciech me comentaba el revuelo que esta misma banda causó en Poznan, cuando se presentaron durante una gira en 1984. No niego la importancia y el encanto de esta ciudad, pero ¿qué interés podía tener Iron Maiden en dar un concierto en un país del bloque comunista en plena Guerra Fría?
Lo cierto es que la banda realizó un acto muy simbólico llevando su gira a la Polonia de los años ochenta, experiencia que quedó plasmada en “Behind the iron curtain”, un vídeo musical ya descontinuado que documenta los pasos de la agrupación a lo largo de la gira World Slavery Tour. Ese concierto histórico, que tuvo lugar en Poznan el 11 de agosto de 1984, y que también visitó otras ciudades polacas como Varsovia, Wroclaw y Katowice, convirtió a Iron Maiden en la primera banda de heavy metal en tocar en un país del Bloque de Este, un acontecimiento transgresor en una sociedad oprimida.
No puedo imaginar el sentimiento que debe haber transmitido este concierto a sus asistentes, una representación en pequeño de todo un país que pedía a gritos libertad, progreso y esperanza. La respuesta no la conozco, pero intuyo que esa nostalgia por los años ochenta viene en función de un deseo por tener todo aquello que les fue negado por décadas, y de igual forma por representar los últimos años de un oscuro período histórico. Al fin y al cabo, el rock and roll, más que un estilo musical, es una filosofía y parte de una revolución cultural que aún persiste, llevando por bandera la rebeldía y la eterna juventud.
La impresión que me llevé de Poznan es la de una ciudad abierta, moderna, dinámica y al mismo tiempo orgullosa de su historia y tradiciones. Después de sufrir una destrucción masiva durante la Segunda Guerra Mundial, Poznan es actualmente la quinta ciudad más grande de Polonia y el sitio donde se fundaron los orígenes de la nación polaca hace poco menos de 1.000 años. Fue también la primera ciudad polaca en sublevarse en contra del régimen soviético en 1956, un levantamiento que fue aplastado severamente por las fuerzas comunistas.
La Plaza Mayor (Stary Rynek) es el epicentro de Poznan y uno de sus lugares más encantadores. La mayoría de los edificios que dan hacia la plaza fueron reconstruidos tal y como eran antes de la guerra. Destaca el edificio renacentista del Ayuntamiento, uno de sus monumentos más relevantes y donde se lleva a cabo el espectáculo más visto: el choque de los dos cabritos, y símbolos de la ciudad, cada día a las 12:00 en punto.
Wizz Air, la aerolínea low-cost más grande de Europa Central y del Este, ofrece vuelos directos a Poznan desde el aeropuerto del Prat en Barcelona, todos los miércoles y domingos, en un vuelo que dura poco menos de 3 horas.
En próximas entradas conoceremos más atractivos de esta ciudad, mientras tanto os dejo con la página de la Oficina Nacional de Turismo de Polonia.
Texto y fotos por: Ricardo Ramírez Gisbert
Diferentes circunstancias entran en juego a la hora de determinar las causas del por qué una especie animal puede llegar a extinguirse. El lobo, que ya habitaba en la Península Ibérica mucho antes de la llegada del hombre, ha visto mermada su presencia en los últimos 150 años, llegando casi a desaparecer en regiones como Aragón, Cataluña y Andalucía, mientras los pocos centenares restantes se han concentrado hacia el noreste de España. La preservación de esta especie es clave en el mantenimiento de numerosos entornos, ya que a falta de su depredador natural, otras especies como jabalíes, conejos y ciervos han sobrepoblado áreas enteras, creando un desequilibrio en el ecosistema.
Sin embargo, no todo está perdido. Gracias a varias iniciativas, ha sido posible reintroducir el lobo itálico, un hermano directo del ibérico, en zonas donde previamente se había extinguido, como es el caso de Cataluña, donde afortunadamente ya se han producido avistamientos en los Pirineos. Uno de estos proyectos lleva el nombre de “Udols de Llop” (Aullidos de Lobo), que pretende recaudar el máximo de fondos para la preservación de este animal y concienciar sobre la importancia de proteger a esta especie tan valiosa.
DeMediterràning.com, la agencia de viajes especializada en Cataluña y Andorra, se ha unido para colaborar con esta campaña, contribuyendo 5€ a dicho proyecto por cada bloguero que se comprometa a comunicar sobre esta iniciativa en sus respectivas plataformas, hasta un máximo de 500€. La agencia, que ha comenzado dando el ejemplo aportando los primeros 50€, ha creado un “Lobómetro” donde se puede ir observando la evolución de la campaña.
Si eres bloguero y te ha conmovido esta causa, puedes colaborar y aportar un grano de arena escribiendo sobre esta iniciativa en tu blog, nosotros ya lo hemos hecho 😉
Los que participen, entrarán en un sorteo de una Escapada en el Pirineo de Girona para conocer el entorno natural del lobo.
El pasado domingo 11 de mayo pude tachar de mi lista personal ‘Cosas que hacer antes de morir’ el capítulo Descender el sella en canoa, gracias a la organización del Travel Bloggers Meeting, quién me invitó a Gijón para asistir a mi primer TBM. El TBM es el encuentro de blogueros de viajes de habla hispana más importante del mundo, y sirve como ágora en la que los viajeros de diversa índole comparten experiencias, consejos y trucos. Paralelamente a las conferencias, la alianza TBM-Turismo Gijón nos permitió a los asistentes elegir una actividad lúdica para conocer el Principado de Asturias. A pesar de que todas las propuestas eran atractivas (cata de sidra, paseo en segway por Gijón, visita al museo de la minería etc), yo me decanté por subirme a una canoa y bajar el río Sella, célebre por la competición Descenso Internacional del Sella que se tiene lugar el primer sábado de agosto y que se ha convertido en Fiesta de Interés Turístico Internacional.
Con los compañeros de Los apuntes del viajero y Piedra de Toque nos desplazamos en coche hasta el pueblo de Arriondo, a menos de una hora de Gijón y donde numerosas empresas de aventura tienen su campo base. En nuestro caso realizamos la actividad con la Escuela de Asturiana de Piragüismo y fue una suerte, ya que el personal estuvo muy atento y los materiales con los que nos equiparon eran de primera calidad. Nada más llegar a recepción te dan un mono impermeable, una chaqueta-chubasquero y unos escarpines, además del preceptivo chaleco salvavidas. También te dan un bidón estanco en el que va la comida (bocadillo, agua, pieza de fruta y un dulce) y en el que puedes poner el móvil y la cámara. Luego te explican qué hacer y qué no hacer mientras remas, para inmediatamente después subirte a una canoa (individual o de dobles) y entrar al agua.
Desde la escuela hay tres puntos de recogida: uno a 12 kilómetros, otro a 14 kilómetros y un tercero a 16 kilómetros. Las aguas del Sella en este tramo son bastante mansas, a excepción de algún pequeño rápido, eso permite bajar lentamente por el río y disfrutar del paisaje con tranquilidad. Aquellos que prefieran deportes más atrevidos, como el ráfting, tal vez se aburran un poco. La idea es ir en grupo y hacer algún alto en el camino para bañarse y comer; un plan ideal para hacer en familia o amigos.
Al terminar el descenso, cuando ya duelen infinidad de músculos que desconocías tener, te pasan a buscar en furgoneta y retornan a la escuela, donde te puedes duchar en agua caliente y salir vestido de calle. Si el cansancio lo permite es recomendable acercarse en coche a Ribadesella, que se encuentra a escasos kilómetros, para pasear por la zona portuaria y tomar unas merecidas sidras con vistas al mar Cantábrico.
El coste de la actividad (alquiler de la canoa con comida incluida) es de 25€, y se puede realizar entre las 10 a 18 horas. Durante la temporada estival conviene reservar, ya que la afluencia de turistas a la zona se nota, pero en primavera te puedes sentir casi solo en el Sella.
Tras la reciente celebración del Barcelona Beer Festival, en el edificio de las Atarazanas Reales en el Museu Marítim de Barcelona, y el Biergarten Barcelona en el Poble Espanyol la semana pasada, se está demostrando que la cultura y el gusto por la cerveza artesana en Barcelona está en alza. Cualquiera que visite Barcelona y se aloje específicamente en el centro, o que haya ido a veranear a cualquier playa entre la Marbella y la Barceloneta, podrá dar fe de los insistentes vendedores que ofrecen cervezas clandestinas al legendario grito de “cerveza, beer”.
Al igual que el Barcelona Beer Festival tiene como objetivo divulgar la cultura y el gusto por la cerveza artesana, cada vez están surgiendo nuevos establecimientos que están llevando a cabo la labor de extender el gusto y la pasión por esta bebida, donde además de ofrecer la posibilidad de adquirir productos nacionales e importados de gran calidad, hay gastronomía, catas de cerveza, equipos de elaboración y actividades relacionadas con la cerveza. A continuación, haremos un repaso por los establecimientos y bares más reconocidos de Barcelona en este ámbito.
En un ambiente íntimo y acogedor, La Més Petita está ubicada en la Calle Diputació Nº 30, se publicita a sí misma como la cervecería con más surtidores por metro cuadrado de Barcelona. Ofrece una selección de ocho cervezas artesanas alemanas, catalanas y americanas y una buena muestra de tapas surtidas para acompañarlas.
Beer Corner, una parada de birra artesana en el Mercado Galvany de Barcelona, invita al visitante a degustar un maridaje entre las cervezas que venden y los productos disponibles. Calle Santalo Nº 65.
Regentado por dos gourmets de la cerveza, Sergi y David, los creadores de La Resistència ofrecen una amplia variedad de marcas internacionales y cerveza fresca de 12 surtidores, acompañadas de una cuidada selección de tapas que armonizan con la elegancia de sus cervezas. Clientela fiel y buen ambiente en la Calle Viladomat Nº 7.
La Cerveteca bien podría considerarse como un centro de interpretación de la cerveza, ya que más allá de un bar, ofrece información sobre la cultura, eventos, talleres y rutas cerveceras. El 100% de las cervezas que ofrecen en su carta, tanto las artesanales como las industriales, no contienen ni aditivos ni conservantes. Calle Gignàs Nº 25.
Una cuidada selección de más de 50 cervezas belgas convierten al Bar Belchica en un paraíso para los que quieren degustar las mejores cervezas del país europeo. Ambiente animado y amigable, organiza eventos especiales, exhibiciones de arte, sesiones de DJ y suficientes pantallas para ver partidos de fútbol. Calle Villarroel Nº60.
Hace no muchos años Andorra era considerado el paraíso de las compras baratas. Familias enteras iban a pasar unos días y volvían con el coche cargado de tabaco, azúcar, alcohol y electrónica. La baja presión fiscal de la que gozaba el pequeño país pirenaico permitía ahorrar importantes sumas de dinero en este tipo de productos. Hoy, la diferencia de precios no es tan abultada, sin embargo Andorra se ha sabido reinventar a la perfección ofreciendo actividades de montaña (tanto de invierno como de verano), tratamientos termales y comercio al por menor.
El pasado 9 y 10 de abril fuimos invitados a Andorra la Vella para participar en el 8º Congreso Mundial de Turismo de Nieve y Alta Montaña, un acontecimiento que reunió expertos de todo el mundo y en el que se debatió sobre cómo hacer atractiva la montaña al turista invernal pero también –o sobre todo– el estival. Después de muchas charlas algo nos quedó claro: la montaña es también un lugar fantástico donde pasar algunos días cuando hace calor ya que los atractivos son infinitos (¡y más en un país con 300 días de sol al año!).
En esta ocasión pudimos acercarnos a Naturlandia, el principal parque de ocio del estado. Situado en Sant Julià de Lòria, en la entrada de Andorra si accedes por España, esta iniciativa nació en 2007 con la finalidad de dinamizar la economía de la zona. Primero se organizaron actividades invernales, pero con el paso de los años su oferta lúdica se amplió, y actualmente se puede hacer absolutamente de todo en sus extensos dominios: motos de nieve; tiro con arco; esquí nórdico; tirolina; paintball; circuito de ponis; quads; senderismo; tirarse por el tobogán más largo del mundo (el Tobotronc, de 5,3 km de recorrido); asistir a su escuela de naturaleza etc. Naturlandia se divide en dos cotas: una situada a 1.600 metros y una segunda a 2.060 metros, y según la época del año en la que estemos –verano o invierno– podemos decantarnos por una actividad u otra. Aunque está especializado en el turismo familiar, ofrece numerosas propuestas para otros perfiles de público.
Nosotros hicimos una salida nocturna en moto de nieve, y la sensación de conducir por encima de un manto blanco a plena luz de la luna fue indescriptible. También tuvimos ocasión de calzarnos unas raquetas y pasear entre bosques hasta el refugio de Roca de Pimes. Allí un experimentado guía nos explicó que de cara al verano tienen previsto organizar itinerarios históricos a lo largo de la Línea P, una barrera defensiva de búnkeres construida tras la Guerra Civil española con la finalidad de evitar un ataque de los Nazis o los Aliados. Y también nos desveló algo muy interesante para los excursionistas: los refugios en Andorra son totalmente gratuitos.
Otro de los principales reclamos del país es su amplia oferta de tratamientos termales. En Escaldes-Engordany, población pegada a Andorra la Vella, se encuentra Caldea, uno de los centros termolúdicos más grandes de Europa y cuya rompedora arquitectura ya forma parte del paisaje urbano del país. Y anexo a Caldea se abrió en enero de 2013 Inúu, un nuevo centro wellness de excelencia. Mientras Caldea está orientado a todo tipo de público (niños incluidos), Inúu está pensado para un público adulto que quiere vivir una experiencia completa de bienestar a través de diferentes espacios termales. Nada más llegar al centro se le ofrece a cada cliente un albornoz y un batido de bienvenida. El plato fuerte de Inúu es el complejo de piscinas termales –a una temperatura que oscila entre los 32º – 34º –, inspiradas en las naturales de Pamukkale (Turquia). Estos espacios acuáticos están divididos en tres niveles, en los que encontraremos diferentes tratamientos de burbujas a presión. La piscina del nivel inferior tiene una parte en el exterior, donde se ubica una terraza, y desde la cual nos podemos relajar en agua caliente mientras observamos los picos nevados que circundan el valle.
Al margen de los tratamientos acuáticos, Inúu ofrece una extensa zona de contrastes compuesta por un hammam; una sala de relajación dotada de camas de aguas y un mármol caliente; una estancia con paredes de sal; duchas cromáticas; una sauna finlandesa etc. Es posible combinar estos tratamientos con el circuito termal, y aquellos que lo deseen pueden complementarlo con alguno de los variados masajes que se ofrecen. El centro está ideado para estarse bastantes horas, y para ello se ha habilitado un restaurante en el que sirven comidas nutricionalmente equilibradas.
Pero Andorra ofrece mucho más. Los amantes de las compras, por ejemplo, disfrutarán en calles como la Avenida Meritxell, donde modernas tiendas ofrecen lo último en moda, material deportivo, electrónica, tabaco y alcohol a muy buen precio.
Y si llegas a Andorra en coche privado debes saber que hay zona azul y párkings abiertos en todas las ciudades. Si tienes previsto alojarte en la capital y no quieres dejarte los ahorros en tiques te recomendamos que aparques el coche delante del hotel Ibis; aunque está a 20 minutos a pie del centro tiene (pocas) plazas gratuitas de aparcamiento justo delante.
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Vivimos en un mundo urbano y la tendencia va al alza. Esto quedó manifestado en 2007, cuando, según estimaciones de la ONU, la población urbana superó a la rural a nivel mundial. El ser humano ha optado por este tipo de desarrollo que ha demostrado ser poco sostenible y contaminante. Tokio, indiscutiblemente la ciudad más poblada del mundo, es una enorme jungla de hormigón, acero y cristal, que contra todo pronóstico reserva generosos espacios vitales de naturaleza, dejando clara su importancia como escape a la ajetreada vida citadina.
Los parques de Tokio son verdaderos oasis naturales, y aunque es prácticamente imposible escapar del reflejo y la presencia de rascacielos y edificios, sorprende el inesperado silencio que logra apaciguar los lejanos rugidos del monstruo citadino. Espacios como estos los hay en abundancia en Tokio, sin embargo hay algunos que destacan por sus dimensiones y por la vidilla cultural que se teje a su alrededor.
Los Jardines de Hama rikyu están ubicados cerca del distrito de Ginza, el equivalente en Tokio a la 5ta Avenida de Nueva York o los Champs Elysées de París. Con una superficie verde de más de 250.000 m² que se organizan alrededor del estanque de agua Shioiri, se puede pasear al lado de cuidados árboles centenarios, así como presenciar la ceremonia del té en Nakashima, una casa ubicada junto al lago. La cercanía de la desembocadura del río Sumida permite hacer un crucero por el río hasta el distrito de Asakusa.
Si hablamos de sitios peculiares en Tokio, el Parque Yoyogi se lleva la palma. Es aquí donde la gente da rienda suelta a la más imaginativa forma de vestir, convirtiendo al parque en una especie de desfile improvisado de los modelos más estrambóticos e imposibles. Apartando el momento friki, Yoyogi es también espacio de desahogo en especial durante los fines de semana, como lugar para hacer deporte, descansar y relajarse.
Uno de los oasis urbanos más espectaculares de Tokio se encuentra en los Jardines del Palacio Imperial, residencia del emperador de Japón. La extensión completa del recinto abarca 341 hectáreas, y es la única parte del Palacio que se encuentra abierta al público. El contraste entre los rascacielos que lo rodean y la tranquilidad del sitio es abrumadora.
Un popular centro recreativo tanto para locales como turistas es el Parque Ueno, quizás menos espectacular que los anteriores, pero donde la gente de a pie va a relajarse, creando un ambiente de buen rollo insuperable. Dentro de las instalaciones del parque se encuentran edificios como el Museo Nacional de Tokio, galería de los tesoros de Horyû-ji o el Tesoro Nacional de Japón, así como numerosas esculturas de figuras de ficción japonesa.
La primavera es una época ideal para viajar a Tokio, en especial por el nacimiento de la flor del cerezo, uno de los símbolos más emblemáticos de la cultura nipona. Sin duda ya sabéis a donde dirigiros para ver el espectáculo que tiñe de rosa los parques de Tokio.
Una sensación que no cesa de manifestarse cada vez que visito Londres (entre las múltiples que ya suscita) es la impresión de estar pisando cada vez una ciudad nueva. La capital británica siempre tiene algo nuevo que ofrecer, pero con la llegada de nuevas atracciones otras tienden a desaparecer. Es el caso de dos símbolos de Londres que tienen los meses contados.
La cultura del teatro musical en Londres sólo se puede comprar al de Broadway en Nueva York. El distrito teatral del West End ha generado récords de audiencia de más de 13 millones de espectadores al año y es un reclamo turístico de la ciudad, gracias a la buena calidad de las obras y al prestigio que le otorgan sus artistas, muchos de ellos estrellas de cine. Uno de los musicales más longevos y míticos del West End, We Will Rock You, se despedirá de los escenarios el próximo 31 de mayo, 12 años después de su estreno en el Dominion Theatre.
La obra, que ya se encuentra entre los 10 musicales con mayor cantidad de representaciones (más de 4.600), no solamente fue un éxito de taquilla, sino también una atracción turística de primer orden en Londres. La gigantesca estatua de Freddie Mercury apostada en la fachada del Dominion Theatre, uno de los puntos más concurridos y fotografiados del West End, será retirada una vez el musical se presente por última vez y el teatro comience un proyecto de renovación.
Hay otra mala noticia que no le sentará bien a muchos fanáticos de Londres, y es la posible desaparición de los legendarios modelos de autobuses rojos de dos pisos, que junto a las típicas cabinas telefónicas, representa uno de los iconos más queridos de la ciudad. Estos vehículos modelo “Routemaster”, fueron implementados en 1956 y después de casi medio siglo de funcionamiento, en 2005 muchas de las líneas operativas fueron retiradas por la dificultad que tenían para transitar por ciertas calles y por otros aspectos del diseño como la incapacidad de transportar personas con problemas de movilidad.
Desde entonces sólo dos líneas habían mantenido los antiguos modelos de dos pisos, la ruta 9 y la 15, que transitan por los sitios más turísticos de Londres. Actualmente 10 modelos del Routemaster operan en la 9, alternando con modelos más modernos, sin embargo se ha anunciado la retirada de los tradicionales buses de esta línea para el mes de julio de 2014. La razón principal: su alto mantenimiento.
A poco tiempo de cumplirse 60 años de su implantación en el transporte público de Londres, han surgido nuevas propuestas privadas para mantenerlos en circulación, con la posibilidad de alquilarlos para fiestas privadas, paseos turísticos o despedidas de soltero. El autobús más cool y vintage busca reinventarse antes que morir.