El pasado mes de junio os avanzábamos que habíamos tenido el privilegio de visitar la región francesa de Nord-Pas de Calais, la zona más septentrional del país galo. A pesar de no ser la más visitada de Francia, nos encantó, ya que atesora paisajes preciosos, rica gastronomía, cultura y mucha historia.
Hoy profundizaremos un poco más sobre el periplo que hicimos por esta región y os explicaremos qué ver y hacer en las marismas de Clairmarais y en la costa de Ópalo. Antes de entrar de lleno en las marismas, es muy recomendable visitar un pequeño pueblo de poco más de dos mil habitantes que casi hace frontera con Bélgica: Cassel. Escenario de numerosas batallas a lo largo de su dilatada historia, este apacible pueblo con influencia flamenca, calles adoquinadas y cuidadas casas, es un buen lugar en el que pasear sin prisa y degustar en una terraza alguna de las decenas de cervezas artesanas que elaboran. En la misma población se halla la principal colina de la zona: el monte Cassel, un ‘pico’ de 176 metros coronado por un gran molino. El espacio, completamente ajardinado, tiene vistas de 360º, y en el mirador aparecen inscritos los nombres de los pueblos que se ven en la lejanía (muchos de ellos pertenecientes a Bélgica, situada a menos de 20 kilómetros).
Tras visitar Cassel ponemos rumbo a las marismas de Clairmarais, un espacio natural rico en flora y fauna (Patrimonio de la Biosfera por la Unesco desde 2013) por el que podremos navegar en barca. Estas marismas están conformadas por 3.730 hectáreas y centenares de canales por los cuales se puede salir a navegar en pequeños botes eléctricos y observar los numerosos pájaros que los habitan (más de 220 especies). También es entretenido ver cómo viven los vecinos de los quince pueblos de la zona, rodeados de agua y con lanchas en sus puertas en lugar de coches. Asimismo, es en un lugar único para hacer fotos de amaneceres o atardeceres. Estando en Clairmarais, no podemos dejar pasar la oportunidad de visitar La Baguernette, un restaurante típico de la región regentado por un carismático chef amante del buen comer. Aquí podremos degustar gastronomía local, como la tarta de maroille (queso típico de la zona), el waterzoi, el ragoût, etc. Delante mismo del restaurante hay un embarcadero donde se alquilan barcas eléctricas de todos los tamaños y que permiten recorrer los canales. Para aquellos que quieran pernoctar en la zona hay una muy buena opción de alojamiento: Le Domaine de la Héronnière, un conjunto de bungalows totalmente equipados que cuentan con muelle particular y ofrecen alquiler de bici.
Para movernos por la zona existe una opción original y diferente: Les Belles Échappées. Esta empresa se dedica a alquilar furgonetas antiguas Volkswagen y Citroën 2 CV, todos ellos restaurados y en perfecto estado. También tenemos la posibilidad de recorrer los pueblos en bicicleta normal o eléctrica. Sea cual sea nuestra decisión, lo que está claro es que Les Belles Échappées nos propone conocer el territorio de manera pausada y sin prisas, haciendo gala de un turismo slow que pega mucho con el territorio.
Si cogemos el coche y nos dirigimos hacia el oeste, en menos de una hora llegamos a la costa de Ópalo, la parte de Francia que está más cerca de Inglaterra. Desde aquí (Calais) se toma el Eurostar dirección a Londres, aunque si nos decantamos por el ferry tardaremos una hora y media en llegar a costas inglesas. En este paisaje, repleto de amapolas durante el mes de julio, destacan dos cabos: el cabo Blanco y el cabo Gris, dos puntas de tierra que entran al mar y desde las cuales podemos divisar kilómetros de costa solitaria. El espectacular paisaje verde llega hasta los mismos acantilados, aunque la curvatura de los pocos árboles que quedan dan buena cuenta del viento que sopla en las inmediaciones del canal de la Mancha (más de 90km/h durante 120 días al año). Esta costa está repleta de preciosos pueblos de pescadores, como Wissant, donde todavía se practica el estilo de pesca artesanal flobert.
Los amantes de la historia están de enhorabuena, pues entre Boulogne-sur-Mer y Calais (50 kilómetros aproximadamente) hay más de 500 búnkeres –totalmente abandonados– construidos por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Paradójicamente, aquí no se libraron batallas de la Segunda Guerra Mundial, pero sí de la Primera, y en el museo de Audresselles podremos ampliar más información acerca del papel que tuvo la región en estas dos contiendas. Desde cualquier de los miradores que dan al canal de la Mancha se ve la infinidad de cargueros que circulan en fila india por esta vía marítima, y los días soleados se vislumbran los blancos acantilados de Dover, pues ambas costas llegan a estar separadas por sólo 35 kilómetros. Siguiendo hacia el sur, Wimeraux es otro pintoresco pueblo que merece un paseo, sobre todo por sus coloridas casas. A esta localidad venían antiguamente los enfermos de todo el país con la finalidad de descansar y tomar baños de mar. Hoy, en sus playas vemos aficionados al carro de vela.
Y llegamos a Boulogne-sur-Mer, el puerto pesquero más importante de Francia. Esta población le sonará a todo buen argentino, pues aquí fue donde murió, camino de Londres, el General San Martín; una estatua dedicada al libertador así lo atestigua. En Boulogne-sur-Mer se puede visitar el acuario más grande del país y dar un largo paseo por su casco antiguo, protegido por una muralla de tres kilómetros que fue levantada en el siglo XIII.
Marismas navegables, kilométricas playas solitarias, encantadores pueblos de pescadores, búnkers de la Segunda Guerra Mundial…son muchos los reclamos que aguardan en la parte oeste de Nord-Pas de Calais. Os avanzamos que en futuras entregas hablaremos de otros reclamos tan diferentes como museos de arte y minas de carbón.
Textos y fotos: Daniel Gutiérrez Abella.
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