Alquilar una bicicleta eléctrica para ir de un punto A a un punto B puede parecer un plan de ocio un tanto aburrido. Sin embargo, esto fue lo que hicimos hace un par de semanas en la Costa Brava, y puedo decir que es de las mejores experiencias que he tenido en mucho tiempo.
Por una de esas casualidades, me enteré de que existía un proyecto que se llama Burricleta (burro+bicicleta), y al entrar en su página web aluciné. ¿Cómo puede ser que una idea tan sencilla (alquilar bicicletas eléctricas por horas o días en parajes naturales) pueda ser una idea tan buena? A veces nos complicamos mucho viajando a las antípodas y probando deportes y experiencias extremas, pero el placer se esconde, muy a menudo, en pequeñas actividades como esta. Doy fe.
La red de burricletas se expande por buena parte de Catalunya, aunque tiene también un par de sedes en Navarra, una en Madrid y otra en la Comunitat Valenciana. El servicio que ofrece, como ya he adelantado antes, es básicamente el alquiler de bicis eléctricas equipadas con alforjas y GPS. Además, si lo deseamos podemos disponer también de un kit de pícnic, una hamaca o una sillita para los más pequeños. Las rutas que proponen tiene una duración de entre dos y diez horas, y en la página web se especifica muy claramente el nivel de dificultad, el recorrido a realizar así como el paisaje que se verá. El espíritu de Burricleta es disfrutar de la naturaleza de una manera conciliadora y respetuosa, valorando el patrimonio natural e histórico de un país mucho más rico de lo que podamos pensar, y por ello rehuye de recorridos con mucho asfalto o densificación humana.
Nosotros (tal vez por ser verano y por tener muchas ganas de bañarnos en las pequeñas calas de la Costa Brava) nos decantamos por la ruta Roses-Cadaqués –24 km, nivel de dificultad alta–. Antes de subirme a la burricleta tenía mis dudas, pues nunca había ido en una bici eléctrica, pero después de unas pocas indicaciones y un par de kilómetros rodando te das cuenta de que es muy sencillo. Las bicis son estilo mountain bike, robustas, con la diferencia que llevan un pequeño motor –de sonido imperceptible– y una batería. El GPS está adosado manillar y nos indica en todo momento el camino a tomar. También en el manillar hay una pequeña pantalla en la que se muestra el estado de la batería (tranquilos, es imposible agotarla) y la marcha que llevamos; y en el caso de esta ruta, también había instalado un pequeño altavoz que nos iba dando información puntal sobre la zona a medida que avanzamos. Podemos hacer la ruta sin ninguna ayuda eléctrica, pero es cierto que en los repechos o en algunos llanos prolongados se agradece que te den un repunte de velocidad.
La ruta Roses-Cadaqués
El punto Burricleta en Roses está muy bien situado, y cerca del local hay cajeros, supermercados y bares donde desayunar. Aquellos que lo deseen pueden para a medio camino y degustar una paella en alguna cala, pero los que quieran ahorrar pueden llevar bocadillos, fruta y bebida en las alforjas. Una vez equipados pusimos rumbo a Cadaqués. Los primeros kilómetros se hacen por el paseo marítimo de esta turística localidad, hasta que se deja atrás y te adentras en caminos más rurales. Poco a poco, las casas van desapareciendo y ante ti se presenta el agreste paisaje del Cap de Creus, algunos búnkers militares de herencia franquista (Línea P. o Gutiérrez) y la inmensidad de un Mediterráneo de un azul intenso. En verano el calor y el sol aprietan, por eso es fundamental llevar mucha agua y crema solar. El recorrido pasa por diferentes calas, entre ellas cala Montjoi, donde se encuentra el ya cerrado restaurante El Bulli, considerado durante cinco años el mejor del mundo. Las bicis llevan candados, así que es muy fácil atarlas en cualquier momento y disfrutar del mar. Como esta zona es bastante virginal debido a su difícil acceso y su protección como parque natural, las calas nunca están atestadas, y el paisaje marino hace las delicias de los amantes del buceo.
Poco antes de llegar a cala Jóncols deberemos tomar un camino de tierra muy empinado; aquí es donde más se agradece que la burricleta sea eléctrica. Después de una ascensión de algo más de media hora se corona una pequeña cima, y tras llanear unos minutos se divisa la preciosa localidad de Cadaqués, que emerge como una perla blanca rodeada de mar. Sólo queda descender sin mucho esfuerzo (aquí el terreno es algo pedregoso) hasta el corazón del pueblo. Allí podemos descansar, bañarnos, o aprovechar que tenemos las bicis para acercarnos a la isla de Portlligat (a la cual nos puede cruzar ‘Juan de la Isla’, un personaje de la zona) o a la Casa Museo Salvador Dalí.
Acabada la experiencia toca volver a Roses. Al no ser una ruta circular (la mayoría sí lo son), tenemos dos opciones: pedir que nos vengan a buscar en un todoterreno o tomar un ferry que hace la ruta Cadaqués-Roses. Después de pasar un día entero en bicicleta eléctrica lo primero que hice al llegar a casa fue volver a la página web para ver qué otras rutas hay disponibles. Así que, cuidado: la Burricleta engancha.
Textos y fotos: Daniel Gutiérrez Abella.
Agradecimientos. Si la experiencia fue redonda no es debido sólo al paisaje; debemos agradecer a Joana i Josep, los propietarios del centro Burricleta-Roses, el cariño y la atención que nos brindaron en todo momento.
Deja una respuesta