Viajar a Viena es hacerlo al corazón de la vieja Europa, una ciudad que acumula demasiada cultura e historia como para asimilara en una primera visita. Aunque es un destino aconsejable para cualquier tipo de viajero, la capital de Austria hará las delicias de los amantes de la historia europea. Nosotros tuvimos la suerte de conocerla de la mano de la eficiente oficina de turismo local, y aquí os enumeramos qué no perderos de esta gran ciudad.
Entre los siglos XIII y XIX Viena sólo ocupaba lo que hoy se conoce como el Ringstraße –el anillo–, la parte central que aglutina los principales monumentos y lugares de interés. En 1857 el regente Francisco José dio orden de demoler las viejas murallas para crear un gran bulevar circular y construir majestuosos palacios que emularan las grandes capitales del momento, léase Londres y París. Resulta interesante dedicar un par de horas para recorrer a pie los cerca de cinco kilómetros de esta avenida y observar, sin prisas, la Ópera; el Ayuntamiento; el Museo de Bellas Artes; el Teatro Imperial; y los innumerables palacetes que se suceden. Acompañados gran parte del tiempo por una excelente guía local, a continuación os detallamos qué ver en una primera visita.
Catedral de San Esteban
El templo más relevante del país se encuentra en el centro neurálgico de la ciudad, en una zona peatonal donde turistas y locales comparten una bulliciosa plaza. Stephansdom se construyó durante el siglo XIV, y se enmarca en el estilo Gótico. De ella destacan sus 230.000 tejas de bohemia que decoran el techo y su única torre, a la que nunca le acompañó una segunda torre por falta de financiamiento y por la crisis que sufrió el catolicismo. Está dedicada a San Esteban, el primer mártir, y en ella se han celebrado importantes bodas, como la de Mozart. Para conseguir unas buenas vistas de la ciudad se pueden subir los 346 escalones que conducen a la torre. Como anécdota, vale la pena revelar que Hitler quiso bombardearla, aunque por suerte el piloto encargado de ello se negó. No obstante, buena parte del edificio se quemó tras la huída de los nazis.
La Ópera
Uno de los edificios más representativos de la ciudad es la preciosa Ópera de Viena, levantado en 1868 y destruido parcialmente, de nuevo, en un erróneo bombardeo alemán. Actualmente es uno de los mejores teatros operísticos del mundo en el que 1.300 operarios trabajan cada día montando espectaculares decorados artísticos. Por apenas cinco euros se puede asistir a casi cualquier obra (tras hacer pacientemente una larga cola), aunque existe otra opción que sale gratis: ver el espectáculo a través de una gigantesca pantalla habilitada en el exterior, a pie de calle. En caso de visitar la ciudad en otoño o invierno conviene abrigarse bien, pero resulta toda una experiencia compartir asiento con extraños mientras se goza de una ópera subtitulada a través del descomunal monitor.
Palacio Hofburg
Otra visita imprescindible es el Palacio Hofburgo, residencia de la familia Habsurgo durante más de seis siglos. Este enorme complejo arquitectónico acoge hoy varios museos, una iglesia, la Biblioteca Nacional Austríaca, y el despacho del presidente de Austria. Lo más relevante, sin embargo, son los Apartamentos Imperiales y el Museo de Sisi. Al pasear por las 19 habitaciones de la residencia imperial uno se hace una idea del lujo con el que vivió la familia real y dos de sus máximos exponentes: Francisco José y la emperatriz Elisabeth de Baviera, alias Sisi. Mobiliario, decoración, pinturas…todo permanece en el mismo sitio, como si nos encontráramos en el siglo XVIII o XIX. Por otro lado, el Museo de Sisi hará las delicias de los amantes de esta icónica figura femenina, y en él podrán ver de cerca vestidos y pertenencias de la bella y rebelde mujer que murió asesinada el 10 de septiembre de 1898.
Palacio Schönbrunn
Si durante el invierno el céntrico Palacio Hofburg acogía la familia real, al llegar el verano ésta se desplazaba a otro no menos espectacular complejo: el Palacio de Schönbrunn. Siglos atrás se ubicaba en la periferia, pero hoy Schönbrunn está integrado en la ciudad y se puede llegar fácilmente en metro, tranvía o autobús. La residencia de verano fue construida en el siglo XVII con todo el lujo que correspondía a la Corte, y actualmente se pueden recorrer numerosas estancias decoradas en el estilo rococó, entre las que destacan los salones donde se celebraban los banquetes imperiales. Tan interesante es la visita interior como la exterior, ya que desde los jardines se pueden tomar magníficas fotos del entorno y del regio palacio.
Palacio Belvedere
Pero para jardín espectacular, el que une los dos edificios barrocos que conforman el Palacio de Belvedere, otra residencia de verano, en este caso del Príncipe Eugenio de Saboya. Este soberano, amante del arte, hizo construir en el siglo XVIII a las puertas de la ciudad esta residencia, que hoy alberga el arte austríaco más destacado, desde la época medieval hasta la actualidad. Entre las piezas expuestas destaca ‘El beso’, de Gustav Klimt.
Escuela Española de Equitación
Uno de los atractivos más curiosos de la ciudad es la Spanische Hofreitschule, o Escuela Española de Equitación, un centro de élite que se dedica a la educación equina desde hace más de 400 años. En ella jóvenes jinetes reciben una concienzuda preparación que dura más de quince años, en la cual se les enseña la cría y doma de caballos de raza, en concreto de los lipizzanos. Para conocer un poco más sobre esta singular institución se puede asistir a alguno de los espectáculos ecuestres nocturnos que se organizan o conformarse con una visita guiada diurna a los establos.
El origen de la tarta Sacher
La siguiente recomendación no es ningún palacio, aunque bien merece aparecer en este listado. Pegado a la Ópera se encuentra el lujoso Hotel Sacher (1876), meca del postre vienés más famoso y lugar de encuentro de jet set local y celebrities internacionales. El origen de este postre data de 1832, cuando un aprendiz de repostería, Franz Sacher, lo diseñó para que el príncipe Klemens Wenzel von Metternich se metiera en el bolsillo a un selecto grupo de invitados. Hoy día se puede degustar una deliciosa Sachertorte en la cafetería de este hotel o comprarla y enviarla vía aérea a cualquier parte del mundo en una caja de madera; a modo de delicioso suvenir. También se puede saborear en la pastelería Demel, establecimiento que litigó durante años con Sacher por la autoría del postre más popular del país. El mejor café de la ciudad, en cambio, lo sirven en el elegante y otrora banco Café Central.
El Parque de atracciones Prater
Considerado uno de los más antiguos del mundo, el Wiener Prater está situado en el distrito de Leopoldstadt, y su atracción más famosa es la noria, desde la que se obtienen espectaculares vistas de la ciudad. Asimismo, también hay otras atracciones como montañas rusas, autos de choque o tiovivos, todo ello con una estética retro encantadora. Es un parque ideal para familias y nostálgicos que abre de marzo a octubre, aunque la noria está operativa todo el año.
Naschmarkt
No se puede conocer una ciudad sin pisar un mercado local. En el caso de Viena la visita imprescindible es al Naschmarkt, el mercado más popular de la ciudad, ubicado a poco más de un kilómetro del anillo dirección sur. Este completo mercado se creó en el siglo XVI, y la variedad de productos que ofrece hace que un paseo entre sus paradas resulte ameno y gratificante. Además, el Naschmarkt es un lugar ideal donde reponer fuerzas y probar la gastronomía local.
Tanto trajín precisa de un cómodo lugar donde descansar. Viena no es barata, y la mayoría de mortales no podemos permitirnos hospedar en ninguno de los numerosos hoteles de lujo que hay en la ciudad. Por eso recomendamos el más que decente Wombats, un gran hostal, confortable y moderno, que ofrece una muy buena relación calidad/precio. Wombats tiene tres establecimientos en la ciudad, uno de ellos situado justo enfrente del Naschmarkt.