A orillas del mar Cantábrico, en la provincia de Vizcaya, se hayan dos poblaciones que merecen una visita: Getxo y Santurtzi (Santurce en castellano), ambas pertenecientes al ‘Gran Bilbao’. A pesar de que apenas una calle las separa, sus orígenes son muy diversos. Mientras en Getxo las grandes casas palaciegas dan cuenta de su pasado burgués, Santurtzi siempre se caracterizó por ser el hogar de humildes pescadores, y su puerto llegó a ser el de mayor relevancia de pesca de bajura de toda la zona. Getxo invita a pasear por sus calles y a observar los numerosos palacetes y mansiones que asoman tras frondosos jardines. Hoy, sin embargo, cruzaremos la ría por el puente colgante de Portugalete para descubrir un precioso museo que se encuentra en Santurtzi.
Me satisfacen los pueblos que conservan su pasado; aquellos que muestran orgullosos al visitante sus raíces, por muy humildes que sean. Por eso me encantó la visita al Centro de Interpretación Santurtzi Itsasoa, un bonito museo que ocupa la antigua cofradía de pescadores en el que el visitante puede descubrir la estrecha vinculación –económica y social– que ha mantenido históricamente Santurtzi con el mar. En el recorrido museístico, lleno de fotografías y objetos de la época, se puede aprender cuán diferente era el puerto antes de que Evaristo Churruca ideara en 1881 el gran muelle de hierro de Portugalete, de 820 metros, obra que facilitó la navegación de barcos de mayor calado que querían subir por la ría de Bilbao.
También se abunda en el papel que tuvieron los corsarios de la zona durante varios siglos, pero tal vez lo más sorprendente es descubrir la historia de las mujeres sardineras, unas auténticas heroínas que durante décadas asumieron la pesada tarea de vender pescado fresco (principalmente sardinas) por las poblaciones vecinas. Estas fuertes mujeres esperaban la llegada de los pescadores en el muelle, donde comprobaban la calidad del pescado. A continuación, dentro de la cofradía participaban en la subasta del género. Para ello, se sentaban en unas sillas numeradas y cuando querían pujar por un lote de pescado concreto pulsaban un botón. En una mesa circular situada al fondo de la sala caía una bola con su número que acreditaba la compradora de cada lote. Cuando todo el pescado estaba vendido venía la parte más dura del trabajo: cargarlo y venderlo casa por casa por las poblaciones aledañas. Algunas de estas mujeres llegaban a pie, descalzas, hasta el mismo Bilbao, portando una gran bandeja de mimbre en su cabeza donde descansaba el pescado fresco. Una de las últimas fue Rosario Santín, alias ‘La bella Charo’, sardinera que murió en 2009 y quien inspiró la escultura ‘La Sardinera’, de Laucarini.
Además de la exposición permanente, el Centro de Interpretación Santurtzi Itsasoa, que comparte edificio con la Oficina de Turismo de Santurtzi, organiza cuentacuentos; talleres marinos; simulaciones de subasta; catas e interesantísimas visitas comentadas. Su precio es de tan solo 1€ (libre los miércoles), y para niños, jubilados, estudiantes y empadronados en Santurtzi la entrada es gratuita siempre. Sin duda alguna, la visita a este museo recién restaurado es cien por cien recomendable y parada obligatoria para aquellos que se dejen caer por la zona.
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