Roma, al igual que un selecto grupo de ciudades, sufre del efecto característico de lo que yo llamo las “ciudades tópico”, aquellas que si bien son extremadamente conocidas y se sitúan entre las más visitadas del mundo, su identidad queda reducida a una imagen o estereotipo. En el caso de Roma puede venir a la mente una vespa, un gelatto, o monumentos como el Coliseo Romano o la Fontana di Trevi.
Aunque todos sabemos que una ciudad no se puede reducir a un aspecto tan básico, nunca está de más ir más allá de algunos estereotipos y establecer un balance entre lo tradicional y lo no tan conocido. Se trata de una tarea ardua porque ¿Cómo obviar lo más tradicional de Roma cuando todo es absolutamente encantador?
Sin ánimos de caer en más tópicos, pero basándome en mi experiencia y teniendo en cuenta lo fotogénica que es Roma, te aseguro que en persona luce mucho más atractiva. Si de iglesias hablamos, probablemente la más típica sea la Basílica de San Pedro. El templo más representativo y grande del mundo católico es una obra de arte, tanto en su estructura como en las piezas que guarda en su interior.
La obra de los arquitectos Bernini, Sanzio, Bramante y Miguel Ángel es de una belleza indescriptible. Sólo una vista al interior de la cúpula hace que valga la pena sortear las largas colas para entrar, así como poder ver en persona “La Piedad” de Miguel Angel. Como contrapartida, la iglesia de Trinitá dei Monti en lo alto de las escalinatas de la Piazza de Spagna es más modesta, pero a menor concurrencia de personas a veces son mayores las sorpresas, y en mi caso fue un pequeño recital de un coro que daría envidia al más afinado de los ángeles.
Si entramos en temas de monumentos, el Coliseo es a Roma lo que la Torre Eiffel es a París o la Sagrada Familia a Barcelona. En resumen que al Coliseo hay que ir y punto, y si puedes acercarte de noche antes de haber entrado, la sensación de verlo iluminado es sumamente enigmática. Por otro lado, si cuentas con la mala suerte de que el día de tu visita hay una huelga de trabajadores que no te permite verlo por dentro, por fortuna puedes hallar un equilibrio visitando El Panteón de Agripa, un templo dedicado a los dioses que es una obra maestra y que te traslada directamente a épocas del Imperio Romano. Es imposible no quedarse boquiabierto ante tal maravilla.
Muchas de sus calles suelen ser ajetreadas, llenas de vida, tiendas, restaurantes y mucho movimiento, que incluso para alguien que sufre de claustrofobia leve, son un disfrute de recorrer. Parte de su encanto se resume en ese ambiente que es imposible de describir y que sólo lo puedes descifrar buscando un alojamiento en Roma en su parte más céntrica. Es difícil que un paseo por calles como la Vía del Corso Vittorio Emanuele, Via dei Condotti o Via Nazionale no evoquen escenas cinematográficas de Visconti, Fellini o De Sica.
Roma tiene una cualidad cinematográfica y si te interesa el cine italiano, puedes hacer una visita a Cinecittá, los legendarios estudios de cine donde se han filmado numerosos clásicos del cine italiano y americano. El llamado “Hollywood en el Tíber” es el estudio de cine más extenso del continente europeo y es una oportunidad para conocer más de cerca el fascinante mundo del cine.