Visitar una colonia textil como Vidal de Puig-Reig (el Berguedà, Cataluña), sirve para entender un poquito mejor la historia de nuestro país. Y representa hacer un viaje relámpago al pasado; a un pasado no tan lejano. Colonia Vidal es un muy buen ejemplo de colonia textil catalana. Para aquellos que no lo sepan, las colonias eran fábricas pertenecientes a familias ricas que se levantaban a las orillas de los ríos para aprovechar la fuerza del agua, con la que hacían mover grandes turbinas y éstas, las máquinas (en este caso, telares). En Cataluña se crearon muchas colonias durante los siglos XIX y XX: solo a lo largo del Llobregat se levantaron más de cuarenta. En este tramo del Berguedà había 18 en apenas 30 kilómetros (¡la mayor concentración del mundo!). Aunque hoy sean reliquias, las colonias fueron una pieza fundamental del motor económico de Cataluña durante el pasado siglo. Hecho este inciso necesario, volvamos a la colonia Vidal.
La colonia textil de Vidal de Puig-Reig era de tamaño medio si la comparamos con otras de la provincia de Barcelona. Sin embargo, eso no le impidió contar con todos los servicios y edificaciones que tenía cualquier otra gran colonia de la época. Situada junto el río Llobregat, esta fábrica de telas se construyó en 1901 con la finalidad de procesar y vender tejidos que hacían con el algodón que importaban de América, Egipto y la India. La mandó construir un empresario manresano, Ignasi Vidal Balet, y abrió sus puertas en 1901. Aunque fue la primera de la comarca en echar el cierre (allá por el 1980), en Vidal llegaron a vivir más de 1.200 personas durante su apogeo.
Una ciudad en miniatura
Actualmente apenas quedan fábricas en España, y las que hay no se parecen en nada a lo que era una colonia textil. Los trabajadores de la Seat, Bimbo o Derbi van unas horas determinadas (acordadas entre los poderosos sindicatos y los dueños de las mismas) y al salir del trabajo tienen su propia vida. En Vidal, en cambio, la frontera entre el trabajo y la vida personal era muy difusa. Para empezar, porque los operarios trabajaban más de 14 horas al día. Y para terminar, porque vivían en unas pequeñas casas en el mismo recinto de la fábrica y su vida social transcurría en los pocos kilómetros cuadrados del terreno fabril. Muchos habitantes de las colonias apenas conocían personas que fueran de otros pueblos, y por eso no salían de su colonia. Era como vivir en un Gran Hermano pero trabajando a destajo. Salvando las distancias, las colonias de principios del siglo XX se asemejaban bastante a los campos de trabajo que hemos podido ver en innumerables películas o documentales. Y, a pesar de todo, los que conseguían trabajar aquí eran unos «afortunados» si los comparamos con los que se dedicaban al campo. Las colonias fueron aportaron riqueza a una comarca muy pobre como era entonces el Berguedà.
Dueños y señores
Para que los trabajadores rindieran al máximo, los amos de las colonias controlaban sus vidas de forma paternalista. Lo lograban explotándolos en la fábrica y ofreciéndoles cobijo con alojamiento económico y servicios básicos. Otra vía para vigilar de cerca los habitantes de la colonia era la iglesia, cuyo sacerdote estaba a «a las órdenes» de Dios pero también del amo. En Vidal, por ejemplo, si no ibas a misa te podían echar del trabajo, y eso comportaba tener que abandonar también el piso. La iglesia no era el único punto de encuentro entre los habitantes. Todavía hoy se puede visitar el bar y el teatro al que acudían los jóvenes en sus pocas horas libres, y la biblioteca, que llegó a tener más de 1.200 libros. También se puede recorrer un piso museizado con decoración de la época y los talleres de la fábrica, donde el guía activará un ruidoso telar si se le pide. Otros edificios comunes en la colonia pero que no están abiertos al público son la iglesia, la escuela, la barbería, la carnicería o el lavadero.
Tampoco se puede visitar la ‘torre del amo’, pero se ve desde fuera (sí es visitable en la colonia Viladomiu Nou). En cada colonia se construía una mansión desde la cual el dueño controlaba el día a día de la colonia. Cerca de la ‘torre del amo’ se ubicaba una residencia con menos lujos: la del director. Esta figura era quien controlaba la fábrica, pues el dueño estaba casi siempre de viaje o residía en Barcelona. En el caso de Vidal, la ‘torre del amo’ se encuentra justo en frente de la entrada a la fábrica, que está separada de la zona residencial por menos de quinientos metros.
Si te has quedado con ganas de visitar en persona la Colonia Vidal (espero que sí), debes saber que está abierta al público los sábados y domingos por la mañana. Te recomiendo que te acerques el primer sábado de mes, que es cuando hacen visitas teatralizadas. Aquí podrás consultar los horarios y tarifas. La visita pude alargarse buena parte de la mañana (entre el recorrido guiado y el paseo por las calles de la colonia), así que si te pilla el toro y no sabes dónde ir a comer, te recomiendo el restaurante La Nau. Este precioso local en el vecino pueblo de Casserres está emplazado en una nave industrial rehabilitada de otra colonia textil: El Guixaró (1885). Sirven comida catalana actualizada y cuenta con muy buen servicio.
La visita que hicimos a la colonia Vidal se engloba en el blogtrip Endinsa’t en el verd de Barcelona (Adéntrate en el verde de Barcelona) organizado por la Dipuació de Barcelona y el Consell Comarcal del Berguedà. Desde aquí les hacemos llegar nuestro agradecimiento por descubrirnos una comarca desconocida pero llena de riquezas. En próximas entregas explicaremos qué otras escapadas se pueden hacer en el Berguedà.