Lo divertido de un road trip semi organizado es que en cualquier momento por intuición o incluso por equivocación puedes cambiar de rumbo. En el mapa estaba marcada la ruta de hoy: Skelleftea – Haparanda (frontera con Finlandia). Dimos un giro de 180 grados y terminamos en Jokkmokk.
Pitea, la primera parada, sirvió para hacer la compra en un supermercado que se apareció de pronto en nuestro camino. Con mostaza dulce, pepinillos, salami, queso y pan seguimos la ruta hasta Lulea para comer allí. Allí tuvimos la suerte de llegar poco antes de las 12. En una de las plazas principales del pueblo descubrimos un grupo de rock otoñal cantando con un público muy entregamos. Se trata de un Summer lunch Festival, o lo que es lo mismo, un festival de música que realizan los lunes y martes de todo el verano amenizar la comida de habitantes de Lulea.
El camino Lulea – Jokkmokk (carretera número 97) es realmente impresionante. Algunos paisajes me han dejado boquiabierto por una naturaleza tan sencilla, pero a la luz tan especial que se puede apreciar en esta latitud del planeta.
Faltando pocos kilómetros para llegar a Jokkmokk se puede tocar, en sentido figurado, el Círculo Polar Ártico. Se trata de la línea imaginaria a partir de la cual se puede observar un sol eterno cada solsticio de verano. Una de las sensaciones más cercanas a sentirse en los confines de la tierra. Sobre todo cuando pasamos la línea que nos cayó una tormenta con tintes apocalípticos.
Esto es sólo un breve, pero sustancioso resumen de los 500 kilómetros que hemos recorrido hoy. En total incluyeron: Pitea, Lulea, Boden, Harads, Jokkmokk y Alvsbyn.
Los días son largos aquí y las ganas de seguir descubriendo también, así que después de este post me lanzo en bici a contemplar los rayos de sol de medianoche que aún se puede contemplar en esta época del año. 🙂