Quizás Zaragoza sea una de las ciudades españolas que pasa más desapercibida. Su posición geográfica le define como una ciudad de paso, que nos lleva a las grandes urbes de la Península. Se encuentra a 300 kilómetros de Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y hasta Toulouse. Y este post va dedicado especialmente para los habitantes de estas ciudades, pues tienen muy cerca un lugar por descubrir con gente muy amable y a precios realmente accesibles. Os presento cuatro cosas que no debes dejar de hacer cuando visitas la capital aragonesa por un fin de semana:
Ensordecer con el sonido del viento en la torre de la Basílica del Pilar
Desde el Puente de Piedras se puede contemplar de manera imponente la Basílica del Pilar. Nunca antes había estado en una ciudad donde el viento se siente y se escucha tanto que produce una sensación abrumadura de libertad pero también de miedo, pero esa percepción aumenta cuando subes a una de las torres de la Basílica, y más aún si es en invierno.
Existe un ascensor especialmente diseñado para llegar a la cumbre de la torre. El último nivel, casi en la punta de la torre se puede divisar en 360 grados toda la ciudad y más allá de sus propias fronteras.
Visita al Palacio de la Alfajería
La actual sede de las Cortes de Aragón tuvo un interesante pasado que puede apreciarse en cada uno de sus rincones. Fue palacio islámico (siglo XI-XII), palacio cristiano medieval (siglo XII-XIV), palacio de los Reyes Católicos (Siglo XV) y desde entonces ha sufrido varias ampliaciones y reformas que representan la época moderna y contemporánea (siglos XVI-XX). Hoy en día es un edificio abierto al público que recuerda la magnificencia de diferentes etapas de la ciudad. Recomendamos altamente realizar la visita guiada gratuita que ofrecen cinco veces al día.
Degustar una buena tabla de quesos y embutidos en el Bar Estudios
El Bar Estudios fue una recomendación de nuestra amiga maña Ana ¡Y menuda recomendación! Después de perdernos entre algunas calles finalmente encontramos la calle Los Estudios. Se trata de un bar sin muchas pretensiones, pero que a un precio bastante razonable puedes disfrutar de una buena tabla de quesos y embutidos variados, acompañado de una buena copa de vino. Sin duda el mejor sitio de Zaragoza donde pude comer.
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