Es la sexta vez que visito Lisboa y cada vez que vengo no me queda duda de que es una de mis ciudades favoritas. Muchos son los elementos que hacen de este lugar un sitio con un encanto especial. La discreta pero perenne sonrisa de sus habitantes, sus malvas atardeceres, la tranquilidad de sus calles y una sensación única de que el tiempo se detuvo.
Lisboa es una ciudad para «estar». Si se visita con poco tiempo te recomiendo que no intentes conocerla toda, sino más bien disfrutar de lo poco que conozcas. Tarde o temprano volverás. No es una ciudad obstentosa como París ni cosmopolita como Londres, es un rincón europeo lleno de detalles por descubrir.
Alguno de esos detalles, uno más conocido que otro, son los famosos «Pasteís de Belem», a un paso de la Torre de Belem y el Monasterio de San Jerónimo. Allí degustarás el postre más famoso de Portugal a nivel mundial. Por otro lado, es un deber visitar Barrio Alto y conocer cómo canta el Fado sus propios habitantes. Esto es en la Tasca do Chico, en la Rua Diario das Noticias. Se trata de un minúsculo bar en el que si tienes suerte encuentras un lugar y sino, siempre puedes hacerte con un espacio en una mesa con extraños que al final de la velada terminarán siendo tus amigos.