De la Cueva de Altamira en Cantabria se sabe todo, o casi todo. Está en todos los libros de historia del arte que estudiamos en el colegio, todos sabemos que es la máxima representación del arte Paleolítico Superior…que las formas de bisontes, caballos, ciervos, manos, signos misteriosos, pintados y grabados reflejan las formas de expresión de los habitantes de la tierra hace 15.000 años y, por supuesto, que es Patrimonio de la Humanidad desde 1985.
Gracias a la Cueva de Altamira pudimos descubrir retazos de ese espíritu incansable y perseverante del ser humano aún en tiempos inmemoriables. Impresiona el hecho de imaginar que crearon impresionantes obras de arte con obstáculos como el frío, poca luz y espacio, humedad y además tuvieron que crear sus herramientas que les permitieron plasmar sus pinturas dentro de la Cueva.
Desde hace casi nueve años que esta cueva permanece cerrada con el propósito de preservar las pinturas. Sin embargo, el Museo de Altamira ubicado a unos metros de la cueva posee una réplica practicamente igual a la cavidad original. Los guías ayudan a imaginar cómo fue ese período explicando todos los detalles de una época que aún se nos hace inimaginable para el hombre contemporáneo. Mientras hacíamos el recorrido surgió una reflexión muy interesante con mis compañeros Doris y Quique.
Nos imaginamos por un momento viviendo en aquel momento y llegamos a la conclusión de que hubiese sido imposible para nosotros vivir como lo hizo el hombre cavernario ¿Qué hacer sin un móvil? ¿Sin el correo electrónico? ¿Sin el agua caliente? ¿la calefacción en invierno? ¿el aire acondicionado en verano.?..etc. No cabe duda que hemos avanzado en calidad de vida, vivimos un espacio de tiempo en el que practicamente no nos falta nada, pero ¿Qué ha pasado con el carácter contemplativo en el hombre contemporáneo? Dónde está nuestro espiritu artistico en una época en la que parece que tenemos nuestras horas de vida hipotecadas y condenadas al azaroso estilo de vida occidental. No intento con este post hacer una crítica al estilo de vida occidental ni hacerme el anti sistema, pero sí describir y contar aquella conversación que tuve con Doris y Quique que nos dejó exhaustos en el bar del Museo, tomando un café servido por una máquina, víctimas de la brutal comparación entre el hombre cavernario y el e-hombre.
Definitivamente, el ser humano contemporáneo necesita construir una nueva Cueva de Altamira para que así renazca ese espíritu contemplativo que quizás con el tiempo, el estrés, la competitividad y la búsqueda de la «felicidad» hemos olvidado. De momento sólo tenemos una y su visita nos inspira a apreciar los valores de nuestros antepasados.
Agradecemos al Gobierno de Cantabria por ofrecernos la posibilidad de visitar y que formó parte del primer blogger trip organizado por esta comunidad española.
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