Apenas 100 kilómetros separa de África la segunda isla más grande de Las Canarias, la primera es Tenerife. Esa proximidad genera una espesa niebla de arena que difumina la línea que separa el cielo con el mar, es lo que los canarios llaman «la calima».
Iniciamos el recorrido de la isla de Sur a Norte. Desde Costa Calma atravesamos la carretera de la costa, nos detuvimos en Puerto del Rosario, capital de Fuerteventura. Unos pocos kilómetros más adelante el paisaje comienza a ser más árido hasta convertirse en viento, mar y mucha arena…habíamos alcanzado las Dunas de Corralejo. Allí, el sol parece emerger del mismísimo subsuelo.
Ya en el punto más Norte de Fuerteventura, cruzamos la isla de Este a Oeste hasta llegar a El Cotillo. El viento bate tan fuerte en este lugar que hace casi imposible tener la cámara fija para sacar al menos una fotografía. Más que la Torre de El Tostón, la panorámica del mar y sus impresionantes acantilados deja nuestros ojos atónitos y nos hace dudar si seguimos en el planeta Tierra.
Camino a Betancuria está La Montaña de Tindaya, monumento natural sagrado para los aborígenes. Este lugar ha sido objeto de estudio debido a la gran cantidad de restos arqueológicos encontrados allí.
A partir de Tindaya, una vertiginosa carretera pareciera transportarte a otra dimensión. Son decenas de montañas con contrastes dorados que te regalan al final de recorrido la acogedora Villa Histórica de Betancuria. Pequeñas calles con edificios y monumentos que representan la máxima expresión de la arquitectura insular.