A pesar del ritmo de vida que implica trabajar con internet, el marketing, la comunicación y las nuevas tecnologías; cada vez me convenzo más de que esa velocidad a la que pretendemos vivir es insostenible a mediano y largo plazo. Por eso nunca descarto la posibilidad de que algún día lo dejaré todo por dedicarme a la vida contemplativa: montar una frutería en algún rincón de la Costa Brava o al otro lado de la Península, en Cascais (Portugal).
La Costa Brava ha sido fetiche de personajes estrambóticos y muy particulares. Quizás uno de los más representativos de ellos ha sido Salvador Dalí. Después de conocer la casa donde realizó gran parte de su obra – Portlligat – se puede entender por qué su surrealismo. Creo que supo absorver de manera muy personal esa naturaleza que le rodeaba: una costa sutilmente salvaje de una belleza difícil de entender si no se tiene enfrente, difícil de entender si no se escucha y se siente el misterioso viento de la Tramontana.
No en vano, Pals y Begur son dos de los poblados pertenecientes a esta región catalana forman parte del conjunto de ciudades que profesan la slow life o lo que es lo mismo un ritmo de vida lento y tranquilo, capaz de recordar la velocidad con la que vivían los antepasados.
Esta virtud realmente puede ser entendida en el entorno de la Costa Brava. Es decir, disfrutar de la paz y el sosiego sentado en la plaza de un pueblo, un comida en la que la larga espera por una deliciosa paella o fideua esté llena de exquisitos aperitivos, una sobremesa que se extienden en el tiempo o disfrutar del laborioso trabajo de los artesanos en los talleres.
L´Estartit, Pals, Begur, Calella de Palafrugell, Cadaqués, Roses…sólo alguno de los pueblos de la Costa Brava que he visitado recientemente. Pueblos encantadores que respetan las tradiciones, el gusto por lo casero y donde no está mal visto ver transcurrir el tiempo mientras se esfuma lentamente una copa de vino tinto en nuestro paladar.
Para disfrutar de la Costa Brava conviene apagar el móvil y en una noche veraniega de luna llena en Cadaqués echarse en la arena, quitarse los zapatos y hundir los pies en arena, contemplar las estrellas…y allí aparecerá ese mágico e increíble universo que un día creó Dalí.
El lado más apacible de la Costa Brava lo descubres cuando dejas de intentar encontrar una razón lógica de simbiosis que debe haber entre el hombre y la naturaleza. Es un lugar en el que la naturaleza nos rinde homenaje y en el que nosotros inevitablemente le rendimos homenaje a ella.
Fotografías: Ricardo Ramírez Gisbert – Elarquitectoviajero.com
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Agradecemos a nuestros amigos de Migoa.com por ofrecernos sus geniales alojamientos ubicados en la Costa Brava, y así poder seguir explorando este zona de Cataluña.
Gracias Luca, Oriol y Florie por vuestra disposición 😉