“Wagons Roll” gritó John Wayne, en no me acuerdo qué western, para poner en marcha su convoy de caravanas y ganado hacía nuevas fronteras del Oeste. Estas mismas palabras dije yo con menos convencimiento y más trepidación que John, cuando arrancamos nuestro mini-convoy de dos auto-caravanas, sin ganado pero con niños, rumbo a las Montañas Rocosas. No sabía si “Western” “road movie” o “Documental” pero este iba a ser un viaje de película».
Chris, uno de nuestros colaboradores habituales nos describe en esta ocasión su intrépido roadtrip en auto-caravana por las Montañas Rocosas o también conocidas como Rocallosas en Norteamérica.
500 metros más tarde aun sonaba el molesto biiiip! biiiip! biiiiip! – ¿Papá qué es ese ruido? – biiiip! biiiip! biiiiip! – Anda no he quitado el freno de mano – (que lo llamo así por costumbre porque, para despistar, en estos vehículos, al igual que los carromatos de las westerns, el freno de mano es un pedal de pie). Vale, nadie nace sabiendo.
Esta fue mi primera experiencia del mundo del auto-caravana y camping y estaba un poco nervioso. Pronto me di cuenta que no era para tanto y la verdad es que son cómodos de conducir y a excepción de cargame un pino en un camping y un surtidor en una gasolinera por ir marcha atrás si aceptar la oferta de mi mujer y copiloto de guiarme… no hubo ningún percance. Al menos ninguno serio porque no cuento la mañana que vi un sitio para aparcar justo en la puerta de una cafetería Tim Hortons – de los que hay en cada esquina de Canadá – repleta de lugareños desayunando y mirando aburridos por el escaparate deseando que algo interesante ocurriría para romper su rutina de todas las mañanas. Me fijé en la plaza pero que no me fijé en el detalle que el local tenía porche con marquesina y que yo tenía una cama encima de mi cabeza, en la que estaba durmiendo plácidamente mi copiloto. Los lugareños me miraban a mi, yo miraba a los lugareños, les sonreí, me sonrieron y….¡Crack! empotré el techo de la caravana en el porche del local. Menos mal que lo único abollado fue mi orgullo cosa que arreglé pronto entrando cuan John Wayne con todos mis huevos de “forastero” a la cafetería a pedir mi café y donuts a pesar de las risas mal disimuladas y miradas descaradas.
La verdad es que el auto-caravana es sin duda la mejor opción para conocer esta parte del mundo con tanto espacio y tan pocos hoteles. Para hacerte una idea del espacio que les sobra a esta gente imagina diez veces el territorio de la península ibérica con 10 millones menos de habitantes. Con tanto espacio ahí se pueden permitir hacer todo a lo grande y se ven caravanas enormes tipo camión petaca enganchadas a unos todoterreno “pick-up”, auto-caravanas del tamaño de un autocar remolcando un coche (para poder moverse cuando lleguen al camping). No tengo complejos pero resulta que era el vaquero que más pequeña lo tenía en el Oeste. Mi “pedazo de caravana” pareciera una casita de juguete con ruedas y sería de las más pequeñas del camping pero la verdad es que no le faltaba de nada: Camas para los 5 miembros de la familia, cocina con gas, frigorífico y hasta microondas y un cuarto de baño con ducha y inodoro. Este detalle fue el primero en que se fijó mi hija adolescente. – Papa…¿Y adónde va nuestra mierda? – Le intenté explicar la diferencia entre el depósito de aguas grises y negras y la tubería que los vaciaba pero me interrumpió con un – ¡Dios…qué asco! – y más tarde sentenció: “El camping para vosotros…yo soy más del Hilton”.
Estos trastos no sólo tienen el tamaño de una habitación de hotel, alquilarlo cuesta lo mismo que ir de hoteles. La diferencia está en la autonomía que tienes para ir donde quieras cuando quieres e improvisar las vacaciones perfectas. Nosotros llegamos sin haber mirado un mapa, sin plan y sin compromiso excepto el de pasarlo genial y devolver el caravana siete días más tarde. Lo de echar un vistazo al mapa antes de salir hubiera estado bien porque nos habríamos hecho una idea de lo inmenso del territorio que pensábamos recorrer a 0,32 dolares que nos costaba el kilometraje (al final fueron 2,000 km en una semana). No hay problema en encontrar sitio en los campings. Estos cuestan una media de 30 dolares la noche y hay por lo menos uno en cada pueblo. Tiene tomas de luz, agua y son impecables. Casi todos tienen un espacio para hacer una hoguera en cada parcela y suelen vender leña (aunque no hay problema en encontrar madera para quemar). Nosotros encontramos una rutina muy civilizada…aparcar, encender una hoguera, hacer una barbacoa y despedir cada jornada con un gin tonic hasta que se apagaba la hoguera.
Los auténticos campistas adaptan su horario a la naturaleza y se acuesta y se levantan con el sol. Nuestra intenciones eran buenas y nos despedíamos cada noche con “vamos que mañana hay que madrugar” pero, quizás por el jetlag y el cansancio de viaje pero más probablemente por el gin-tonic, cada mañana cuando me asomaba por la puerta de mi chalet sobre ruedas habían desaparecido todos los auténticos campistas y sólo quedamos los españoles.
Yo hago Madrid-Valencia y acabo aburrido y agotado, pero en Canadá se hacen cientos de kilómetros casi sin cansarse al volante. Las carreteras son muy amplias y seguras, hay poquísimo tráfico y las vistas son simplemente espectaculares durante cada metro del viaje. Aquí se conduce como se lee una buena novela… disfrutando tanto cada página como de la anticipación por descubrir la siguiente. También, al igual que cuando se descubre una obra maestra literaria, según lo disfrutas tu empiezas a pensar en cada amigo a quien se lo vas a recomendar. Hablando de literatura, perdóname porque sé que “Espectacular” es un tópico y un adjetivo simplón y nada literario pero es la palabra que más repetimos todos en la semana que estuvimos en la Columbia Británica y Alberta y debe ser la que mejor describe el viaje.
Yo viví siete años en los Alpes Suizos y pensé que la sensación en las Rocosas iba a ser similar pero me equivocaba. Los Alpes son montañas bellísimas y majestuosas pero ahora me parecen casi claustrofóbicas. Las Rocosas son naturaleza a lo grande. Parques como los de Banff o de Jasper ocupan cada uno un territorio similar en tamaño al del principado de Asturias son sólo “parques” sin casas, hoteles, tiendas, ni siquiera gasolineras (por cierto conviene hacer caso de los señales que avisan de “last gas for 200 km”).
Desde lo alto de las montañas los bosques parecen océanos con olas verdes que se mueven con el aire y que desparecen en el horizonte. Los suelos de estos bosques están a su vez cubiertos por una moqueta de musgo verde eflorescente bordada con de miles de setas de una variedad y belleza que nunca he visto antes. Las montañas en sí son moles impresionantes de roca y deben ser un paraíso para geólogos porque cada una tiene otra forma, textura y color. Las cumbres están coronadas por brillantes diademas de hielo y nieves perpetuas. Perdí la cuenta de la cantidad de glaciales que pasamos en los “ice fields” o “Campos de hielo”. Todo parece exagerado…exagerado de grande y exagerado de bonito.
El agua que está en todas partes en cantidades…exageradas, ha tallado bellísimas formas en la rocas que hoy parecen esculturas abstractas e imposibles. El agua riega estos bosques continuadamente saturando no solamente la tierra sino también los colores de todo lo que brota de ella. Verdes, azules y rojos que parecen como las primeras Polaroides, tan vivos que tienen que ser artificiales. Aquí los colores son “vivos” en todos los sentidos y asalta a los cinco sentidos simultáneamente. Rodeado de cedros gigantes, helechos, setas y flores salvajes los colores no sólo se ven sino se respiran, se huelen, se sientan, se oyen y se saborean. Es casi imposible de describir pero esta sensación de pureza y verdor es casi embriagador para uno acostumbrado al asfalto y humo de Madrid.
Compartiré datos prácticos de la ruta y de los lugares que vimos pero uno no va a Canadá por su cultura ni su historia. Pasamos un pueblo con un cartel en la entrada que rezaba orgulloso: “celebrando nuestro 50 aniversario” . Lo que ha hecho el hombre está bien y no les quito mérito a los canadienses, pero lo más hermoso es lo que ha dejado sin hacer y su auténtico merito saber respetar la naturaleza.