Hace unas pocas semanas tuve la oportunidad de hacer un viaje por el pueblo medieval de Sigüenza en la provincia de Guadalajara, organizado por mis amigos de Toprural y acompañado de otros cinco blogueros más: Jesús, Inés, Luis, Quique y Egoitz. De entrada el viaje logró arrancarnos ideas preconcebidas del concepto que tenemos muchas personas sobre el turismo rural, que es solamente familiar y poco más. En este sentido, Luis Cicerone escribió en su blog un interesante post titulado: Turismo rural: cinco mitos desmitificados que resumen muy bien alguno de las creencias que tenemos al respecto. Viniendo de un urbanita confeso como él creo que sus argumentos recobran más relevancia.
En mi caso, una de las características del turismo rural que pude comprobar es que se trata de una de las formas de viajar más cercanas a lo que se denomina como slow Travel, es decir, el concepto de viajar sin ser esclavos del tiempo y disfrutar de esos pequeños placeres que olvidamos gracias al estrés que muchas veces llevamos a cuestas en nuestro equipaje.
Durante el viaje tuvimos la oportunidad de compartir con dos personajes del pueblo que a nivel personal fueron la pieza clave para reencontrarme con la vida en detalles: Mariano Canfranc y Diego Moreno.
Mariano Canfranc es de profesión cincelador. Sí, cincelador…aunque suene a profesión de antaño se trata de un arte que parece estar muriendo lentamente y sin que parezca tener salvación. Visitamos el Taller y Exposición de Cincelado de Mariano ubicado en la calle Seminario 12 de Sigüenza. Es uno de los poquísimos talleres de este estilo que quedan en España y allí se pueden apreciar muestras de cincelado en piel de toro.
Mariano trabaja con música a gran volumen para inspirarse: desde clásica de Chopin hasta soundtracks de películas legendarias como Star Wars. Este pequeño detalle le imprime cierto aire fantástico una vez entras al taller. Después todo se reduce a las sabias y entrañables palabras de Mariano sobre su obra. Le preocupa que su profesión esté en peligro de extinción debido a que no existe una nueva generación a la que se pueda enseñar su legado artístico. Pero también le preocupa que su taller cada vez se encuentra más y más llena de obra – ¿Dónde está la gente que antes me compraba?, comenta Mariano – la crisis ha mermado su negocio.
Aún así, él no se detiene y sigue produciendo obras. Tiene muy claro que cada vez es menos el poco tiempo que le queda, le resta drama a la vejez y por eso lo quiere aprovechar al máximo para seguir indagando diferentes formas de cincelado. Aún así, le dedica a cada obra el tiempo que sea necesario. Puede que una obra requiera dejarse por la mitad, alejarse de ella por un tiempo, y volver para reencontrarte y poder rematarla. “Pienso sólo en que la obra quede como me la imaginaba y sobre todo disfruto al máximo cada paso que implica su producción”, responde Mariano cuando le preguntamos cuánto tiempo podía tardar en realizar una obra.
Diego Moreno es un guardia forestal que se conoce Sigüenza y sus alrededores como la palma de su mano. Con él tuvimos el placer de compartir una increíble tarde haciendo una excursión por el Parque Natural del Barranco del Río Dulce, una impresionante erosión de este río sobre la superficie de erosión ibérica que forma el alto páramo alcarreño. Además con él recorrimos pueblos miniaturas en los que la señal de móvil apenas dan señales de vida: Aragosa, La Cabrera y Pelegrina.
Con Diego tuvimos la suerte de adentrarnos por caminos poco conocidos, algunos vertiginosos y otros con una flora impresionante, pero en general una paz y una tranquilidad indescriptible. Él habla de la naturaleza como si se tratara de su más preciado tesoro, como el tesoro que debemos valorar todos los seres humanos. Nos contó cómo algunos incendios en años anteriores acabaron con la vegetación de muchas hectáreas, y también nos dio ejemplo de la cantidad de años que se necesitan para recuperar bosques afectados por los incendios.
Diego nos contaba que tenía dudas si empezar a recoger la cosecha de frutas y dejarlas madurar en casa porque no sabía si el tiempo – aún muy cálido para la época – podía afectarlo. Quique y yo nos mirábamos la cara y dijimos: ¡Qué friki! Pero luego corregimos y pensamos que los frikis éramos nosotros. Llegamos a la conclusión de que estamos cada vez más alejados de cosas tan inherentes al ser humano como la propia naturaleza. La burbuja urbana y aún más la burbuja online nos deja al borde del precipicio de convertirnos en robots humanos y olvidar que por ejemplo los tomates hacen un viaje más largo que el tramo supermecado-casa.
Mariano y Diego fueron dos piezas claves fundamentales en el viaje que le dieron un valor agregado invaluable y representaron los mejores argumentos para poder decir que el turismo rural es sinónimo del slow travel o viceversa.