Desde Santiago de Chile contamos con un corresposal de lujo que se ha ofrecido voluntariamente para narrar sus primeras impresiones recorriendo Chile. Chris Pomeroy nos muestra su particular visión de una de las grandes capitales latinoamericanas que combina con sutileza la tradición y la modernidad.
¡Gracias Chris por compartir tus experiencias con nosotros!
————————————————————–
Después del vuelo de 13 horas el día anterior y un día de reuniones en la oficina de Turismo Chile me despierto algo desorientado (y juro que aún no he probado el afamado Pisco Sour o vino chileno). Poco a poco mi cerebro empieza a ubicarse como el GPS de mi coche cuando sale de un largo túnel y tarda unos segundos en encontrar la señal del satélite. El bolígrafo en la mesilla reza “Hotel Orly”, la decoración clásica y el minúsculo tamñano de la habitación – aunque cómoda – parecía confirmar mi ubicación en París. Pero en seguida mi cerebro pilla señal y me acuerdo que este Orly está en Santiago de Chile y más concretamente en la calle Pedro Valdivia esquina con la larguísima Calle Providencia. Este pequeño hotel es acogedor y situado en una agradable y tranquila zona residencial, de embajadas y zonas ajardinadas que garantiza un buen descanso antes de explorar una gran metrópolis de 9 millones de habitantes.
A las 13,30h., creo, bajé a recepción para reunirme con mis colegas de Francia e Inglaterra. Digo “creo” porque tengo un lío con las horas debido a que oficialmente Chile cambia los relojes a su hora de invierno en el mes de marzo, sin embargo, este año, para ahorrar energía en un año especialmente seco, el gobierno decidió retrasar dos meses el cambio de hora, aparentemente obviando el pequeño detalle que lo ordenadores y móviles están programadas para cambiar en la fecha señalada. Mi móvil me dice que son las 11,28h. mi portátil jura que son las 12,28h. y según el despertador del hotel son las 13,16h.
Nuestro guía, Marcelo nos recoge en el hotel y nos lleva en coche por Providencia pasando por la iglesia de la Divina Providencia cuyo campanario fue una de las pocas victimas arquitectónicas del terremoto de del año pasado y de momento ha sido reemplazado por un tejado rojo. Pasamos por el edificio de Movistar qué supongo que data de los noventa porque en su día el arquitecto lo diseñó como un gigantesco móvil…de los que tenían antena y pesaban medio kilo.
Marcelo nos dice que estamos siguiendo el Parque Forestal un parque alarga, estrecha y hermosa bordeada por dos carreteras que me recuerda el país bordeada entre cordillera y costa. Los fines de semana y festivos el Parque Forestal se llena de vida con música, teatro y familias pero hoy, martes, es terreno de parejas de enamorados que aprovechan la hora del almuerzo para pasear disfrutando de los 25ªC o anidar entre las hojas del otoño chileno que cubren el suelo como una colcha multicolor. ¡Cielos! 12 horas en el país de Neruda y veo poesía hasta en un revolcón.
Nos bajamos del coche a la puerta del Mercado Central a donde llega donde el mejor pescado y marisco directamente del Pacífico, a tan sólo 90 minutos de aquí para ser vendido en sus puestos tradicionales o servido en uno de los restaurantes como el famoso “Donde Augusto” o “El Galeón” este último escogido por nuestro anfitriones chilenos para deleitarnos con un Ceviche de congrio y loco.
Después de comer empezamos a andar hacía el downtown por una zona comercial y peatonal muy concurrida que desemboca en la famosa Plaza de Armas y la puerta de la Catedral de Santiago. Entramos en la hermosa y simétrica catedral bajo la atenta mirada del patrón de la ciudad y de los guardias que son rápidos en localizar el sonido de un móvil e invitar a su dueño abandonar el recinto sagrado. Recorremos el larguísimo corredor de brillante suelo de mármol blanco y negro y paredes doradas para salir a la brillante luz del sol que se refleja en la blanca fachada y columnas del antiguo congreso de los diputados. En el jardín del congreso hay una interesante estructura de madera portando dos enormes campanas. Marcelo nos explica que las campanas también se cayeron de otra iglesia durante el seísmo y tomo nota no buscar refugio en la casa del Señor en caso de terremoto no vaya a ser que empiece a llover campanas de 5 toneladas.
Próxima parada, la antigua casa de aduanas de Santiago que hoy alberga el Museo Precolombino. Este museo es de los que engañan y sorprenden. Por fuera parece poca cosa por esta tan lleno de historia, cultura y misterio que pierdes la noción del tiempo mientras recorres sus salas ordenadas, no por orden cronológico sino por procedencia de los objetos desde Texas hasta la Patagonia. Me llamaron especialmente la atención los ejemplos de rituales funerarias. Parece ser que el proceso de momificación de algunas de las culturas precolombinas era en esencia la misma que el que usaron los antiguos egipcios: sacaron del cadáver los órganos blandos para sustituirlos por hojas y plantas antes de embalsamar el cuerpo con barro. También impresionan los “hombres de Madera” una familia de figuras talladas en madera cuyos orgullosos rostros angulados recuerdan las damas de Avignon de Pablo Picasso.
Después de tanta cultura Marcelo nos propone un café…
El Café Caribe, uno de los típicos “café con piernas” en el centro de Santiago. Un sitio que parece retar todo lo políticamente correcto porqué sí. Primero en la puerta hay un cartel de “bienvenidos fumadores”, aquí no ha llegado la Ley Antitabaco pero esto es sólo el principio ya que el principal reclamo de está institución chilena son las camareras pechugonas en ceñidos vestidos rojos y minifalda que sirven el café detrás de una encimera sin barra que tape su piernas. Pero el café es lo de menos. En la esquina hay un señor, habitual del local toma un café mientras flirtea con una camarera cincuentona embutida en el mismo vestidito rojo que lleva desde que tenía edad y cuerpo para llevarlo. A nosotros nos sirve una melancólica chica joven con largas piernas, mucho pecho pero poca gracia. La decoración es de los años cincuenta y no ha cambiado nada desde que el concepto causó gran escándalo y furor y escándalo.
A la vuelta de la calle del Café Caribe, quizás aturdido por mi primera experiencia de café con piernas, tuve otra vez la sensación de estar en Europa cuando me encontré frente al bonito y clásico edificio de la “bolsa de comercio” un edificio que encajaría perfectamente en la Gran Vía de Madrid flaqueado por un lado por una sucursal de la BBVA y por el otro por el banco de Santander pero sobre todo porque todos los bares que pasé retransmitían la vuelta de la Champions entre Madrid y Barcelona.
Unos metros más adelante me encontré bajo la estatua de Salvador Allende y delante de la famosa Casa Blanca y Marcelo me estaba enseñando la puerta lateral por donde sacaron el cuerpo de Allende tras el golpe de Pinochet. De la época del golpe y de la posterior dictadura se habla muy poco en Chile como si fuera aún un tema tabú.