Aunque no existe una máquina para viajar en el tiempo, lo más cercano a esta experiencia sería un tren que tenga como destino Mongolia. Sorprende por la energía que desprende: mágica y sublime. Un ejemplo de ello fue un encuentro con un par de niños budistas que espontaneamente nos llevaron a recorrer uno de los templos del complejo de monasterios Gandan. Completamente solitarios y construyendo a la perfección un discurso gestual a falta de un idioma común, nos mostraron algunos de los rituales que forman parte de su religión.
Originalmente situado en el centro de Ulan Bator, capital de Mongolia, el Monasterio de Gandan fue mudado en 1838 a otro espacio más grande y un poco más retirado del centro. Durante parte del siglo XVIII y XIV el complejo creció de manera importante y llegó a contar con nueve institutos, librerías y casas que fueron el hogar de más de 5 mil monjes budistas. Fue así cómo Gandan se convirtió en uno de los centros de enseñanza del budismo más importantes no sólo en Mongolia sino también en todo los países que practican esta religión.
Pero en 1938, el régimen comunista soviético persiguió a toda la comunidad budista mongola. Destruyeron cerca de 900 monasterios en todo el país y muchos monjes fueron asesinados, apresados o forzados a unirse al ejército militar. Cinco monasterios del complejo Gandan fueron destruidos y el resto sirvieron de alojamiento para oficiales rusos cuando visitaban Mongolia.
En 1944 fue reabierto el complejo, después de que un gran grupo de monjes budistas se unieran para hacer la petición. Aún así, funcionaban bajo el estricto control y supervición del gobierno socialista. En 1990, después de la Revolución Democrática y el resurgimiento del Budismo en Mongolia, Gandan fue completamente restaurado.
Gandan es una visita obligada si un día visitas Ulan Bator, la capital de Mongolia. Un remanso de paz único en el mundo.