Nos ocurre con demasiada frecuencia: valoramos más lo de fuera que lo de casa. Parece que tengamos que tomar un avión y viajar a la otra punta del planeta para alucinar con un paisaje, un edificio o una comida. Hoy, sin embargo, queremos reivindicar la historia local, en concreto la historia de Catalunya, a través de la visita a una masía-bodega. Invitados por Caves Bohigas, tuvimos el placer de conocer los entresijos de un negocio vinícola regentado por la misma familia desde….¡¡el siglo XIII!! Aprendimos sobre arquitectura, tradiciones, gastronomía y vinos.
La finca Can Macià se encuentra en Ódena (Igualada), a unos 40 minutos en coche de Barcelona y a escasos 200 metros de la autovía A-2. Se accede a través de un encantador camino arbolado que rodea las viñas, y se puede aparcar fácilmente delante del patio principal, donde se halla una amplia explanada. La masía, con más de 800 años de antigüedad y clasificada de interés histórico y artístico, cumple los cánones arquitectónicos de este tipo de edificación catalana. Su tejado es a dos vientos, e incrustadas en sus imponentes muros sobresalen las piedras de la puerta de acceso. La distribución interna de los espacios sigue los patrones de la época, y está orientada al sur, lo que facilita que un precioso reloj solar -de gran utilidad antaño- informe de la hora mientras haya luz natural. El patio de ingreso acoge, además, una curiosa exposición de utensilios que se usaban para la producción vinícola tiempo atrás.
A la izquierda del edificio central se encuentra la bodega. En el primer piso se pueden ver las cubas metálicas en las que elaboran actualmente sus caldos, pero unas escaleras en bajada adentran instantáneamente al pasado; allí se encuentra la bodega. El silo de Can Macià es oscuro y está repleto de botellas de cava empolvadas. Aunque el negocio principal de la familia sea el cava (producen medio millón de botellas al año, la mayoría destinadas al mercado internacional), también embotellan vino tinto y blanco.
En el recorrido por la casa principal se descubren preciosos espacios comunes: el salón donde comía la familia, estancias en las que charlaban las mujeres y otras en las que los hombres discutían de negocios. Y todas las salas están decoradas con elementos auténticos de la época: mantelerías, cuberterías, mobiliario o utensilios que precisan de explicación para entender su utilidad obligan a escrutar con detenimiento cada rincón. En el primer piso también se pueden recorrer los dormitorios, y en un lateral el despacho en el que trabajaba el cabeza de familia de cada generación.
Como en toda finca regia que se precie, en Can Macià también encontramos una pequeña ermita dedicada a la Mare de Déu de la Mercè (actual patrona de Barcelona) que contiene frescos de Josep Pey y que fue asaltada durante la Guerra Civil. La ermita y la masía están rodeadas de viñedos, oliveras y jardines que invitan a pasear antes o después de degustar alguno de los vinos propios.
A pesar de que en Catalunya abundan masías y bodegas, no todas están conservadas con tanto esmero ni abren sus puertas de par en par como hace hoy Caves Bohigas. Es más, lamentablemente muchos de estos singulares edificios están abandonados a su suerte y en irremediable decadencia. Es por ello que Can Macià es un perfecto destino para todo aquel que desee conocer no solo cómo se produce en la actualidad un producto tan propio como el cava sino también cómo vivían las familias catalanas pudientes en el pasado.