Estación fantasma. Raro punto para quedar ¿No? Lo vale. Es más que una estación un recorrido en el tiempo. Pasillos oscuros con la claridad suficiente para apreciar los anuncios de una época en la que los alisadores de pelo eran tan famosos, relevantes y mentirosos como ahora. Varios trenes pasan frente a nuestros ojos lo que se vuelve en sí mismo la mejor metáfora de lo lejos que estamos de un momento a otro.
Otro pasillo oscuro, alguien se escondió y bum! Nos hace la broma. ¡Susto! A la salida nos detenemos para ver algunos fragmentos del documental que da cuenta de ese pedazo de tiempo detenido, revisamos el otrora mapa de líneas y salimos de nuevo a la superficie. Nos vamos, en metro, en el de ahora, la próxima parada: Cuzco. Allí el coche nos espera para ir al futuro, el destino: Cosmocaixa un parque científico en el que volvemos a ser niños ¿Caliente o frío? ¿Cómo están estos tubos? Varias pruebas después imposible determinarlo. Hay un tubo caliente y un frío, uno detrás del otro y al ser finos nuestros dedos las tocan indistintamente, el cerebro, claro, se confunde.
Próximo punto, el “toca toca”. Nos vamos a ver animales y lo mejor ¡a tocarlos! iguanas, camaleones, estrellas de mar, todo pasa por nuestras ya aturdidas yemas. Hora de comer. A bordo del coche decidimos que queremos una tarde de experiencias con más adrenalina con lo cual necesitamos llevarnos a la boca algo contundente. Somos un grupo y casi al unísono decimos ¡Casa Mingo! Y nos vamos a su mítica ubicación el Paseo de la Florida 34. Allí entre la tortilla de toda la vida, el queso curado, los chorizos a la sidra y por supuesto, la sidra -que cada quien se anima a decantar torpemente a su manera- se nos pasa la comida.
En lo que parece un delirio de exceso de sidra alguien dice: ¿Esquiar? Pues en esta ciudad es posible y sin tener los esquís encima, ni el resto de la indumentaria apostamos por el único lugar donde es posible hacerlo los 365 días del año y además bajo techo: Xanadú en la vía de Arroyomolinos. Un centro comercial con una pista de esquí para iniciados y amateurs. Unos optan por los tradicional otros por el snow board. Risas, retos, rapidez, rotura y remedios. Hay dolor pero le ganan las anécdotas. Cuando pensamos que ya habíamos tenido suficiente la tentación nos puede y unas vueltas en karts resulta que no caen nada mal. Hay cansancio pero también ganas de seguir.
La próxima parada: Plaza España. Devolver el coche y ¿seguir? ¡Seguimos! Sin comida imposible y pues essta vez nos decantamos por un clásico: la Casa de los tallarines en la Plaza Conde de Toreno 2. Mientras vemos cómo elaboran los tallarines in situ, una y otra vuelta hasta que consiguen el grosor ideal pedimos varias de sus versiones: mariscos, pollo y vegetales. Con el estómago a reventar el cuerpo nos pide caminar y de la Plaza España seguimos hasta el Palacio Real, un rato de contemplación y listos para mover el cuerpo al ritmo de la música. El Reina bruja en Jacometroz 6 es el elegido por sondeo y porque nos entregan unas tarjetas con una copa gratis. Las luces que cambian de colores nos gustan, jugamos con sus formas y por supuesto bailamos. Unos más otros menos. Nos vamos dispersando, perdiendo en la noche. Algunos logran ver el alba y sienten que su cuerpo hizo “reset” y pues ya que estamos ¿unos churros con chocolate en San Ginés? Algunos se rinden al chocolate.
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Este itinerario lo hemos escrito con mi compañera Helen López para participar en un concurso convocado por PepeTravel al que fuimos invitados a participar. Esperando aún el resultado de los ganadores, quisimos compartirlo contigo. ¡Qué lo disfrutes!