Hace poco más de 11 años abordaba un avión de la aerolínea Varig. La ruta sería Caracas – Río de Janeiro (Con escala en Sao Paulo). Se trataba de mi primer viaje en avión y fuera de mi país. A pesar de que era por trabajo, no podía disimular ante mis compañeros de trabajo brasileños mi emoción por la nueva experiencia.
Desde entonces y hasta hoy he tenido la suerte de haber conocido poco más de 30 países e incluso de estar viviendo en un país distinto al mío, España. Pero la suerte más grande hasta ahora ha sido el poder tener la oportunidad de compartir mis viajes con amigos, familiares y seguidores desde hace exactamente tres años a través de DestinosActuales.com.
Lo que empezó por un experimento y una forma de exorcizar mis propios demonios periodísticos, terminó por ser un lugar que incluso gracias a éste conseguí mi trabajo actual. Me gustaría celebrar este tercer aniversario de DestinosActuales.com compartiendo con vosotros un TOP10 de mis viajes inolvidables desde que puse el pie en ese primer avión que me llevó a Río de Janeiro. Algunos los están allí por cambiar de alguna manera mi vida y otros por las experiencias y aventuras vividas.
1.- Un recorrido en autobús por Perú y Bolivia
Mi idea era visitar a una gran amiga que estaba viviendo en La Paz. En un principio el viaje sería Caracas – Lima – La Paz, pero al ver que podía quedarme unos días en Lima antes de llegar a la capital boliviana entonces decidí hacerlo así. Luego se me ocurrió comentarle a una amiga sobre el viaje y decidió acompañarme. Fue lo mejor que pude haber hecho, pues gracias a ella y su espíritu aventurero el viaje de 15 días por Lima y La Paz se convirtió en un viaje en autobús partiendo de Lima, Pisco, Nazca, Arequipa, Cuzco, Machu Picchu, Puno, Lago Titicaca, atravesar la frontera con Bolivia y finalmente La Paz.
Definitivamente fue el viaje que encendió mi mecha mochilera que nunca más se ha vuelto a apagar.
2.- El Transiberiano (Rusia, Mongolia y China)
Un desafío, un sueño…El Transiberiano pasó de ser un “me gustaría algún día…” salido de una quedada de viajeros a una realidad. Si bien fue un viaje que por sus exigencias logísticas y diferencias culturales que te encuentras en cada tramo del recorrido, definitivamente lo que marcó este viaje fueron las experiencias y las personas con las que me encontré en su camino.
En resumen podría decir que además de descubrir impresionantes e inolvidables paisajes como el Lago Baikal, las estepas mongolas, los 10 kilómetros para atravesar la Gran Muralla, la majestuosidad de San Petersburgo o el carácter cosmopolita y espíritu tradicional de Pekín…lo más transcendental ha sido que tener esa sensación de que a la vuelta me conozco un poco más y descubrir otro yo que sólo se puede apreciar en el espejo de la distancia geográfica, humana y cultural.
3.- Una beca en Madrid
30 de octubre de 2002. 9 de la mañana. Recibo un email que empieza así: “Estimado Don Eddy Lara Brito. Nos es grato comunicarle que le ha sido concedida la beca para realizar el…” Y después el mensaje daba un error de “mensaje truncado”. La AECI me otorgaba una beca para hacer un programa para jóvenes periodistas latinoamericanos. Éramos más de dos mil aspirantes de todos los países de Sudamérica, así que para mí este mail representaba algo más grande que ganar la lotería.
1 de febrero de 2003. A las 08,30h pisaba el aeropuerto de Barajas…este fue mi primer viaje a Europa y España, el país que actualmente es mi casa. Fue un viaje que dividió mi vida en un antes y un después.
4.- El descubrimiento de Lisboa
Viviendo en Madrid no era complicado trasladarse hasta Lisboa. Antes de visitar la ciudad no me esperaba nada especial, hasta que descubrí sentado al lado de la Torre de Belem y contemplando uno de los atardeceres más inolvidables que Lisboa se convertía en una de mis ciudades favoritas. Fue una de esas postales mentales que quedan para siempre en nuestra mente…Lisboa no tiene la espectacularidad de ciudades europeas como París o Londres, pero le sobra una magia especial difícil de describir en palabras. Y para ello me escapo allí las veces que puedo…hasta ahora en mi haber cuentan nueve visitas a la capital portuguesa, y nunca me cansaré de recorrerla.
5.- 27 años y Barcelona
A Barcelona llegué tres días después de cumplir 27 años. Ni yo ni nadie tenía idea de cuánto tiempo iba a estar aquí. Han pasado poco más de 6 años desde entonces…y mi viaje por esta ciudad continúa. Aún recuerdo la llegada una noche lluviosa del 8 de septiembre de 2005, llegar aquí fue tener la sensación de que Barcelona y yo nos esperábamos mutuamente.
6.- Marruecos a 48 grados
Mi hermana venía a España a visitarme y lo tenía claro: hacer un viaje juntos recorriendo Marruecos (Marrakech, Fez, ciudad perdida de Volúbilis, Meknes, Rabat y Casablanca). El único detalle fue que lo hicimos en agosto, es decir, en pleno verano. Y si a eso le sumamos que durante la semana que recorrimos este país se vivía una intensa ola de calor, aún puedo recordar que en algún momento de intentar sobrevivir a ese impresionante calor se me esfumaron los recuerdos.
La sensación de tener el cuerpo completamente paralizado por el calor es indescriptible, aún así el recorrido realizado fue inolvidable: desde la impenetrable Medina de Fez hasta la increíble ciudad romana de Volúbilis, sin olvidar las copiosas cenas en los riads de Marrakech…con un té de menta para cerrar con broche de oro cada una de las noches marroquíes.
7.- Un roadtrip por la Laponia Sueca
Aquí descubrí un de los lugares del planeta donde se puede escuchar el silencio. La carretera que va desde Lulea hasta Jokkmokk, en pleno corazón de la Laponia en Suecia, puede ser un motivo de inspiración para escribir una historia e imaginar una peli en la que resalten los cientos de lagos que se cruzan alrededor del camino.
8.- Siete días en Londres
La primera vez que visité Londres fue por una semana y era para reencontrarme con uno de mis mejores amigos que llevaba más de 5 años viviendo allí y llevábamos casi el mismo tiempo sin vernos. De carácter inquieto, además fotógrafo y artista mi amigo Julio Osorio se conocía cientos de recovecos londinenses que me dieron una visión muy peculiar y poco convencional de Londres. Hoy en día ya no vive allí, pero no hay duda que cada vez que visito esta ciudad es como un reencuentro con él y descubro un rincón más de Londres que dibuja en mi recuerdo una ciudad que parece cambiar con el paso de los minutos.
9.- El viento de Fuerteventura
Esta isla parece un trozo de desierto del Sahara que, en tiempos remotos, quedó flotando en el océano. Es un lugar en el que se han conjugado buen clima, excelentes playas e increíbles paisajes. Definitivamente, un rincón privilegiado para relajarse y descansar. Llegar al punto más sur de la isla ha sido una de las sensaciones más cercanas a estar en el fin del mundo.
Eso sí, si viajas entre mayo y noviembre puedes estar seguro de no olvidar nunca el intenso y perenne viento que sopla en esta isla. Por supuesto, tampoco olvidaras la “calima” o tormentas de arena venida del Sahara que evaporan la línea que separa el cielo y el mar.
10.- 16 horas en Viena
Es el viaje más corto que jamás he realizado, pero quizás uno de los más divertidos. En mi anterior trabajo me encargaba de la comunicación de una aerolínea de Europa del Este, como parte de las acciones de promoción realizaron una invitación a varios periodistas españoles a hacer estrenar una nueva ruta Barcelona – Viena. Me sobraron dos billetes y para no perderlos invité a dos amigos a venir conmigo hacer un viaje flash a esta ciudad. Llegamos un viernes a las seis de la tarde y debíamos volver al día siguiente a las 11 de la mañana.
La idea que nos planteamos mientras viajábamos en el avión era hacer una caminata nocturna por la ciudad. El único detalle que no tuvimos en cuenta es que al llegar al centro de Viena nos encontramos con los termómetros bajo cero y un viento capaz de acuchillar la piel a cualquiera. Era imposible estar más de 10 minutos en la calle, por lo que decidimos buscar un sitio donde cenar. El barrio en el que nos encontrábamos era poco comercial y cerca sólo pillamos un restaurante chino. Problema: todo el menú estaba en alemán y los camareros dominaban muy poco el inglés. Nos tocó elegir el menú al azar que, por suerte, no estuvo nada mal.
Al terminar la cena pensamos que con las calorías consumidas seríamos capaces de aguantar el frío para seguir con nuestros planes de hacer la caminata nocturna. Salimos y a los cinco minutos tuvimos que correr a un bar que nos quedaba al paso para poder calentarnos un poco. Se trataba de un bar latino (o lo que los austriacos pueden entender como tal) en el que la bebida estrella era la “piña colada”.
Entre risas y más risas por ver frustradas nuestro plan por Viena no nos quedó de otra que brindar con piña colada una de las noches más gélidas jamás vividas en mis viajes.