Hay dos lugares de la tierra que me generan una extraña nostalgia cuando vuelvo a casa, pero además que me imprime una energía inusitada como si de formatear mi espíritu se tratara. Contrario a lo que pudiera pensarse, ambos está muy cerca uno del otro, e incluso cerca de casa: el primer lugar es Cascais en Portugal y el segundo Cadaqués y la Costa Brava.
Estoy convencido de que todos tenemos un lugar en la tierra en el que podemos tener la posibilidad de captar una energía que de alguna manera se renueva y nos permite sentirnos vivos, a lo que se le podría llamar un punto cero (o el botón “inicio” de Windows). Puede que ese lugar no esté necesariamente en el país en el que hayas nacido…puede estar cerca, sí. Pero también puede estar muy lejos de casa.
Viajo siempre con la ilusión de descubrir más lugares del planeta que me hagan convencer de que mi punto cero sean más de dos, que se replique esa grata energía que implica el llegar a un lugar y sentir nostalgia de situaciones que aún no hemos vivido, pero que ansiamos vivirlas. Entre muchas otras, esa es una de las razones por las cuales no podría parar nunca de viajar y descubrir lugares.
Ser un viajero te ofrece esa sensación de una vez que atraviesa el umbral físico de la lejanía, cambias irremediablemente, para siempre y no vuelves a ser el mismo o no puedes mirar las cosas de la misma manera. Tu cuerpo está de regreso, como siempre a lo de siempre – llámese rutina o cotidianidad – pero ni tu cuerpo ni tu mente puede deshacer el camino andado.
Y tú ¿Has descubierto algún punto cero a los lugares que has visitado?